Reflexiones sobre la Cultura Física Nacional ante la Contingencia Sanitaria.

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Por Mtro. Martín Velázquez Ugalde

Es la hora de la pandemia; en nuestra nación nos acercamos al punto culminante, que según las proyecciones nos llevará a la certeza de que todo va de acuerdo a lo proyectado y el número de contagios después de elevarse al pico máximo que va a descender de manera progresiva o con un poco de mala suerte al caso contrario: nos encontraremos que hemos fracasado en lograr limitar el contacto social aún a costa de nuestra salud y la contingencia sanitaria se alargará aún más tiempo.

Con todo y eso, hay que reconocer que esta cuarentena (si contamos como su inicio desde el 20 de marzo) ha sido generadora de transformaciones sociales importantes: Las personas tuvieron que cambiar hábitos, economía, relaciones familiares e incluso formas de trabajo para adaptarse a la pandemia, tal y como en china dejó de verse el smog sobre las ciudades y empezaron a resurgir las especies animales cerca de los núcleos urbanos donde el ritmo humano descendió, al grado de verse peces en los canales de Venecia o coyotes y gatos monteses en San Miguel Allende Gto., o el incremento  reportado de un 80% más en la violencia familiar.

De igual manera nuestra cultura física ha recibido impactos que la están modificando y no sabemos si estos derivaran en avances o retrocesos sobre las construcciones culturales que el mexicano tiene sobre el cuerpo, su cuidado, desarrollo, mantenimiento y valor a través de la actividad física.

Uno de los primeros puntos es precisamente la incertidumbre y el desconocimiento de cual postura tomar ante el ejercicio físico y el deporte a nivel nacional, y es que con claridad existen un sinnúmero de conductas que se tiende a encajonar en el concepto de deporte y que no son lo mismo, como se ha hablado ya en esta columna bastante, sin embargo me gustaría  centrarme en la falta de atención en este aspecto por la Secretaria de Salud, sin duda se consideró contraproducente la realización de eventos deportivos masivos, con lo que una parte importante del deporte quedó afectado, por supuesto el deporte espectáculo o mejor el deporte negocio tuvo que cerrar sus actividades puesto que la estructura que lo sustenta requiere de la asistencia recurrente de millones de seguidores a los estadios y aforos deportivos, donde por vía de los medios masivos de comunicación los anunciantes llevan sus mensajes a las mentes de los casi mil millones de seguidores de los deportistas profesionales para generar ventas. 

En ese sentido quienes no sudan ni gota en las canchas se vieron tremendamente afectados y el impacto social puede verse reflejado en la necesidad del espectáculo deportivo que ha desaparecido de las pantallas y de los ordenadores.

Para los atletas mismos que desarrollan la actividad profesional ha sido quizás peor que para los empresarios  y  hombres de de pantalón largo, pues estos saben que pueden esperar, si es necesario y en el hipotético caso que la pandemia no parara o que llegara una secuela de este u otro virus más agresivo ya estarán pensando las estrategias de hacer llegar los deportes y los productos que se anuncian durante ellos a través de otros medios aunque el espectador, objetivo de todos, esté preso en sus aposentos. 

Para el deportista que lo tiene todo es terrible no poder hacer aquello para lo que filogenética y ontogénicamente se encuentra decididamente apto y dominante, el enemigo del atleta profesional es el tiempo y perder una temporada es tremendo, pero además perderla estando apto para demostrar sus habilidades es todavía peor, cual un potro cuarto de milla parado en la caballeriza por tiempo indefinido. 

Y no hablemos del deporte olímpico que requeriría un tratamiento aparte, mezcla de negocio y deporte de elite, que requiere la organización total y completa de 4 años de esfuerzos para que un día tengamos que decir, ciertamente, no hay olimpiada.

Para el deporte amateur; desde los corredores de carreras organizadas por asociaciones civiles y presidencias municipales, los jugadores de ligas semanales,  participantes en lo que sería el primer año de campeonatos nacionales y que tenían su primera participación o aquellos que era su último año como juveniles, todo se cerró, especialmente cuando la falta de presupuestos estaba pegándole a la organización, no se sabe si habrá eventos, aunque al parecer todo parece indicar que será mejor esperar al otro año.

Pero hay más, la gente que iba al gimnasio ya sea por razones estéticas y sociales, por salud o utilitarias, o si se quiere por  darle utilidad a un cuerpo hermoso, que ahora se conforman con hacer ejercicio en casa o seguir las rutinas de sus entrenadores, los que iban a las pistas a trotar cada mañana solo por el gusto y placer de ver el sol salir mientras corrían la undécima vuelta en una pista, los que jugaban al juego colectivo, ya sea futbol, volibol, basquetbol con una pelota emulando a nuestros ancestros prehispánicos y todavía jugando con el entusiasmo de que quizás el sol no saliera mañana si no se daba todo el esfuerzo.

Están todos y todas los que buscaban mejorar, desahogarse, competir, lucirse, vincularse, generar lazos, romperlos, gritar en un lugar socialmente adecuado o llegar al punto de la meditación profunda gracias al yoga o a la carrera al trote, todos ellos están sufriendo hoy que no pueden hacer ese acto lúdico que concentra, recrea y transforma, lo peor es que esta necesidad es un proceso cultural que tardo más de 5 lustros en generarse, en aceptarse, en contagiarse.

Estamos mandando cápsulas por Whatsapp, Facebook, imágenes por Instagram, conferencias por Meet, Zoom y Skype, además de otras plataformas, enviamos rutinas de ejercicio, fórmulas de alimentación para deportistas, colgamos videos de Youtube, mientras que afanosos esperamos al momento que podamos volver a la actividad, los atletas a recuperar los meses perdidos, los profesores a dar un poquito de lo que los niños merecen en las clases de educación física y los deportistas de todos niveles a poder sentir que su actividad mantiene vivo el mundo.

Muchos cambios vendrán para la cultura física del mexicano después de la pandemia, y solo podríamos enunciar , aunque de manera muy intuitiva,  la necesidad de cambio en las estructuras del deporte pensando en términos gr al menos programar eventos en la época menos propicia para las enfermedades respiratorias, en generar estructuras diferentes a los modelos que culminan con un gran encuentro masivo, generar competiciones que soliciten exámenes previos y regulares a los participantes, incluir las acciones que permitan a los ciudadanos ejercer su derecho a la actividad física, aún en contingencia, puesto que si no se tiene oportunidad de generar dopamina y oxitocina lo más probable es que se genere mayor estrés y por consecuencia menor bienestar en la persona.

Recordemos que la cultura física es una construcción de los bienes tanto materiales como conceptuales que el hombre ha creado en torno al conocimiento, cuidado, desarrollo y dominio del cuerpo y ésta se sigue transformando de manera muy libre en nuestro país, es hora de concientizarnos y construir una cultura física nacional que nos permita, aun a pesar de una pandemia, tomar las herramientas que nos brinda para enfrentar de la mejor manera la adversidad.

Martín Velázquez Ugalde

Maestro en Docencia de la Educación Física.

Maestrante en Filosofía

Licenciado en Educación Física.

Diplomado en Entrenamiento Deportivo Esp. en Baloncesto

Coordinador de la Lic. de EF y CD de la UAQ, a la fecha.

Profesor de Cultura Física
Universidad Autónoma de Querétaro, Escuela de Bachilleres
de 1999 a la fecha.

Coordinador de Educación Física en el Departamento de
Educación Indígena de USEBEQ de Febrero de 1996 a la fecha.

Coordinación de todas las actividades relativas a la
Educación Física en el Estado de Querétaro para el
subsistema de Educación Indígena.

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