José Humberto Aguirre Arregui
Los historiadores ubican a Grecia como la cuna de muchas de las prácticas deportivas hasta hoy vigentes alrededor del mundo, porque fue en esa nación europea donde empezaron a sistematizarse y reglamentarse mediante la organización de torneos de competencia, como fue el caso de los llamados Juegos Olímpicos. El primero de éstos se produjo en el año 776 antes de Cristo (a.C.), y fue realizado en honor a Zeus e inspirado en Nike, diosa de la victoria. Las pruebas eran principalmente de atletismo –carreras de velocidad y distancia, salto de longitud, lanzamientos de disco y jabalina– y pancracio, que derivó en el pugilato actual (box).
El deporte en Grecia era tan importante que, durante las olimpiadas, las guerras se suspendían mediante la declaración de una “tregua olímpica” (ekecheria); los atletas que ganaban en sus respectivas disciplinas eran premiados con una corona de olivo, se les consideraba seres excepcionales, casi héroes, e incluso se les dedicaban odas en las que se resaltaban los méritos específicos de cada prueba y, sobre todo, su apego al agon, es decir, al espíritu de competencia que para los griegos consistía en jugar limpio, medirse con otros para superar fallas o errores propios y, de ningún modo, para aplastar o destruir al rival, conducta que en la sociedad actual se ha ido perdiendo.
En la moderna sociedad capitalista, el deporte se ha convertido en un negocio, en una mercancía que se vende como cualquier otro producto; ya que las grandes empresas se han infiltrado en la organización y promoción de las competencias deportivas y logrado corromper la mente de los deportistas. El capitalismo hoy crea estrellas que cobran millones de dólares por jugar; los deportistas son un producto mercantil que al mismo tiempo promueve la venta de otras mercancías para generar más ganancias a los empresarios. Los atletas de ahora no se conforman con una corona de olivo, quieren que se les pague lo más posible y han perdido el agon, es decir, el espíritu de competencia original del deporte.
Además, en el deporte contemporáneo, al deportista se le inculca la idea de que su rival es un enemigo al que debe aplastar y vencer a como dé lugar, incluso mediante el uso de trampas y golpes. En la sociedad capitalista, la mentalidad del deportista se deforma y al atleta lo vuelve arrogante y soberbio. Ante este hecho lamentable, es necesario construir un deporte nuevo en el que los deportistas sean respetuosos, amables, fraternos y compitan siguiendo una línea de conducta apegada al agon que prevaleció en los Juegos Olímpicos de la Grecia clásica. Es indispensable, asimismo, que el deporte ya no sea una mercancía, un negocio y que los deportistas perciban sus triunfos como dinero. Solo así podremos rescatar la verdadera esencia del deporte.