Por Daniel Aceves Villagrán
El mundo del COVID-19 dispara la pobreza extrema
La política de Cero Tolerancia emprendida por Rudolph Giuliani, exalcalde de Nueva York, tiene como principal antecedente la Teoría de las ventanas rotas, de los criminólogos James Q. Wilson y George L. Kelling, quienes en 1982 desarrollaron a partir de una experimentación del sicólogo Philip Zimbardo, de la Universidad de Stanford en 1967, la cual, sostiene a grandes rasgos la importancia de enfocarse en el mantenimiento de la ciudad, recuperando los espacios públicos y atendiendo con severidad los delitos “comunes” en el ánimo de reducir la tasa delictiva y delitos más graves.
Entre los principales ejes de la política aplicada en Nueva York se encontraba: 1) el aumento del presupuesto del departamento de policía, contratando 12 mil agentes; 2) la estrategia enfocada a la prevención del delito stop and frisk, por sus siglas en inglés y criticada por la represión desmedida ante delitos leves o la sospecha de ellos, y 3) la adopción de nuevas tecnologías en apoyo a la vigilancia de espacios públicos y de propios agentes, así como para modernizar los procesos de inteligencia.
La política comenzó a aplicarse en 1994, momento en que la delincuencia comenzó a descender, los delitos en general tuvieron una contracción del 40% en un lapso de 6 años. No se discute que la política de cero tolerancia coadyuvó al descenso del delito, pero resulta correcto afirmar que la contracción de los actos ilícitos fue complementada por una pluralidad de factores ajenos a las políticas gubernamentales, los más importantes: la reducción de la población de hombres entre 15 y 25 años; la reducción del desempleo y el crecimiento económico posterior a las crisis de los 80´s, así como el fin del boom del crack.
No obstante, los progresos han tenido un alto costo social, el cual terminaron pagando las minorías sociales, que en múltiples ocasiones fueron víctimas de discriminación y en el peor de los casos de ser objeto de violencia. La polarización de la sociedad fue uno de los efectos colaterales, si la discriminación ya era común en la sociedad americana, la política de cero tolerancia detonó la criminalización de la pobreza y la migración, a pesar de que dichos sectores prevalecen en la sociedad actual, sin mostrar alteraciones en relación con la baja del delito. Sin embargo, el diseño y la implementación de la política mostró la falta de integralidad al hacer uso únicamente de elementos policiales y herramientas jurídicas, marginando áreas complementarias que pudieron ser de utilidad para la mitigación de efectos colaterales adversos, por ejemplo: campañas sociales para promover la unidad y la no discriminación, o un programa de desarrollo dirigido a la creación de empleos en la periferia económica.
El mundo pandémico del covid-19 que hoy vivimos dispara la pobreza extrema y moderada con lo que la seguridad pública se verá afectada como consecuencia de la descomposición social y de la baja de recursos para la administración de justicia y seguridad en todas sus dimensiones y ámbitos, experiencias internacionales tendrán que dar luces para enfrentar un escenario inédito, en el cual se requiere primero contener e inmediatamente revertir las causas del delito en sus diversas modalidades.
Esencial
Daniel Aceves Villagrán
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