
Por Dr. Alex Ahumada
En el alto rendimiento, el éxito no es casualidad. Es una sinfonía precisa de ciencia, técnica, disciplina y coordinación humana. Y dentro de esa sinfonía, el nutriólogo deportivo —aunque a menudo invisible para la tribuna— es una figura clave en la orquestación del rendimiento sostenible.
Lejos de ser un profesional que “manda dietas”, el nutriólogo se ha consolidado como un estratega integral. Su presencia en el equipo multidisciplinario del deportista de élite responde a una necesidad biológica, fisiológica y estratégica: el cuerpo que entrena y compite necesita energía, pero también necesita equilibrio, adaptación, recuperación y prevención.
La nutrición no actúa en soledad. La verdadera sinergia ocurre cuando el nutriólogo trabaja hombro con hombro con entrenadores, médicos del deporte, psicólogos, fisioterapeutas, preparadores físicos, biomecánicos y científicos del rendimiento. Juntos conforman un ecosistema que, bien articulado, maximiza las capacidades humanas sin hipotecar la salud a largo plazo.
El nutriólogo deportivo interpreta datos, analiza contextos, diseña estrategias personalizadas. Evalúa la composición corporal con visión crítica, adapta el plan alimentario a las cargas del microciclo, calibra la suplementación con base en evidencia, anticipa requerimientos energéticos en concentraciones y viajes, y sobre todo, escucha al atleta.
Porque el alto rendimiento también es emocional. La relación entre el deportista y su nutrición está mediada por creencias, experiencias, miedos y hábitos culturales. Aquí el nutriólogo se convierte en un educador empático, en un facilitador del cambio de conducta, en un guardián del bienestar a pesar de la presión externa.
Su trabajo impacta en variables tan diversas como la velocidad de recuperación, la calidad del sueño, la frecuencia de lesiones, la adherencia al entrenamiento o el estado inmunológico. En deportes de combate, regula el peso de forma segura. En deportes de resistencia, protege las reservas energéticas. En deportes de equipo, optimiza el entorno alimentario colectivo. Todo esto requiere mucho más que conocimiento técnico: exige criterio, comunicación y liderazgo.
Es crucial que las instituciones deportivas y los cuerpos técnicos reconozcan el valor del nutriólogo como un actor proactivo, no como un consultor marginal. Cuando se le integra desde el diseño del modelo de intervención, su aporte no sólo mejora el rendimiento, sino que fortalece el sistema de apoyo integral al atleta.
En muchos países, el profesional de la nutrición ya participa en decisiones de planificación, tecnología aplicada, innovación científica e incluso educación a entrenadores y familias. México tiene el talento y la formación para que este rol se afiance con fuerza, pero requiere estructura, reconocimiento institucional y una cultura de colaboración sin egos ni jerarquías mal entendidas.
El futuro del alto rendimiento no se construye con cuerpos que se desgastan por una medalla, sino con cuerpos que se entienden, se alimentan y se cuidan como sistemas complejos. En esa misión, el nutriólogo no es un actor secundario. Es parte del núcleo estratégico, es voz científica, y es, muchas veces, el primero en detectar una caída antes de que se convierta en fractura.
Reconocer y potenciar su rol dentro del equipo multidisciplinario no es sólo justo. Es indispensable si queremos formar atletas sanos, longevos y capaces de trascender más allá de la victoria inmediata.
Aldo Alex Ahumada Hernández

Doctor Honoris Causa. Nutricionista deportivo altamente calificado, reconocido por su enfoque integral en el rendimiento y la salud de atletas. Con una sólida formación académica y experiencia práctica, se especializa en diseñar planes de alimentación personalizados que optimizan la composición corporal, la energía y la recuperación muscular. Su trabajo se centra en la evidencia científica, ayudando a deportistas de diversas disciplinas a alcanzar sus metas de manera efectiva y sostenible. Aldo es un referente en la nutrición aplicada al deporte. Nutriólogo del equipo de futbol americano Burros Blancos del Instituto Politécnico Nacional.
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