La educación meramente intelectual, y no en todos casos bien dirigida
a que en estos tiempos se ha atendido a que principalmente,
ha sido la causa de esta degeneración, pues el hombre,
despreciando el principio mens sana in corpore sano,
ha creído podía pasarse sin él, y únicamente se ha ocupado de
desarrollar las facultades intelectuales; así, pues
vemos que en la época actual son muchos los que se consideran sabios,
y muy pocos los que pueden llamarse hombres,
en la verdadera acepción de la palabra.
-Francisco de Elizalde y Paul (1867)
Definitivamente, hoy en día estamos viviendo múltiples acontecimientos que marcarán la historia del país y del mundo entero. Sucesos importantes, desde una pandemia que genera problemáticas de salud pública, hasta un incremento significativo de inseguridad, violencia, manifestaciones, enfrentamientos, pérdida de empleos, cierre de negocios, decremento económico, entre muchas otras cosas. Lo anteriormente descrito ha causado daños significativos en la población mexicana, afectando severamente la salud física, la salud mental, pero sobre todo la cultura de paz la cual es definida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) “como una serie de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos, buscando identificar las causas y solucionar los problemas mediante el diálogo entre las personas, los grupos y las naciones; teniendo en cuenta un punto muy importante que son los derechos humanos”, impactando en la disminución de la calidad de vida en la población. Ardila (2003) define calidad de vida como “un estado de satisfacción general, derivado de la realización de las potencialidades de la persona. Posee aspectos subjetivos y aspectos objetivos. Es una sensación subjetiva de bienestar físico, psicológico y social. Incluye como aspectos subjetivos la intimidad, la expresión emocional, la seguridad percibida, la productividad personal y la salud objetiva. Como aspectos objetivos el bienestar material, las relaciones armónicas con el ambiente físico y social y con la comunidad, y la salud objetivamente percibida”.
Sin duda, no es fácil vivir con esta incertidumbre, pero es momento de buscar herramientas que contribuyan a mantener e incrementar la calidad de vida de la población. Estoy consciente de que si bien es cierto, no podemos detener esta crisis mundial, si podemos hacer algo por nosotros y nuestro entorno. Entre algunas de las propuestas se encuentra la del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) donde argumenta que “el deporte, la recreación y el juego influyen positivamente en la salud física y mental de los niños y adolescentes”, ya que según diversos estudios revelan que la participación de los jóvenes en actividades recreativas estructuradas contribuyen a su desarrollo físico y psicosocial, además puede enseñar los valores fundamentales y las habilidades para la vida -trabajo denodado, disciplina, trabajo en equipo, imparcialidad y respeto hacia los otros- que conforman el comportamiento de los individuos y les ayudan a perseguir sus objetivos y responder apropiadamente ante los acontecimientos de sus propias vidas y ante las de los demás.
Cabe mencionar que cualquiera de las vertientes de la cultura física, llámese deporte, educación física, activación física, ocio y recreación, pueden ser consideradas herramientas para consolidar y mejorar la calidad de vida en la sociedad, fomentando una cultura de paz, mejorando y transformando las vidas de quienes lo practican. Villalobos (2017) menciona que el “deporte es un integrador social; una disciplina que enriquece y fortalece a las personas que lo practican, al educar al cuerpo y la mente a través del conocimiento y la perseverancia que forja el carácter, templa el espíritu y fomenta el respeto entre las personas; además, ayuda a desafiar estereotipos y a rescatar valores como la autodisciplina y la importancia de fijarse metas”. Por ello, ante esta decadencia en el tejido social la cultura física es ideal como herramienta para contribuir a la salud pública, a la educación, a la economía, pero sobre todo al mejoramiento de la sociedad, promoviendo la unidad, la equidad de género, la empatía, la igualdad, la solidaridad, el trabajo en equipo, los valores, la ética, la moral, forjando a buenos ciudadanos y por lo tanto una cultura de paz.
Lo antes mencionado lo fundamenta La Carta Internacional de la Educación Física, la Actividad Física y el Deporte, actualizada por la UNESCO en 2015, ésta nos sirve como referente universal en materia de estándares éticos y cualitativos de la educación física, la actividad física y el deporte. La Carta reconoce también el papel de la educación física como impulsor de la promoción de la igualdad de género, la inclusión social, la no discriminación y el diálogo permanente en nuestras sociedades (UNESCO, 1991). Esta carta fue el primer documento en declarar que “la práctica de la educación física y del deporte es un derecho fundamental de todos”.
Por otro lado en México tenemos el reconocimiento de la práctica del deporte como un derecho humano, tal como lo dicta la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos: Toda persona tiene derecho a la cultura física y a la práctica del deporte. Corresponde al Estado su promoción, fomento y estímulo conforme a las leyes en la materia, Villalobos (2017) remarca que esto es de gran importancia, ya que aporta al desarrollo integral de las personas y la cultura de paz a través de la promoción de la salud, la tolerancia y el respeto a la dignidad humana.
Para concluir quiero hacer extensa la invitación a fomentar una cultura física practicando algún deporte, ejercicio físico o cualquier actividad física de su gusto, de igual forma deseo exhortar a los dirigentes tomadores de decisiones a priorizar las políticas públicas en materia de la cultura física, incluyendo programas que fomenten y desarrollen la paz que hoy en día mucha falta nos hace.
“La paz, al igual que el deporte, empieza por uno mismo. Y el deporte es sin duda un medio muy eficaz ya que traspasa ideologías, idiomas, razas o ideas políticas”.
Sthefany Montana Mira
Maestrante en Gestión Deportiva, Universidad de La Salle Bajío. Tiene una Licenciatura en Cultura Física y Deporte por la Universidad Autónoma del Estado de México. Cuenta con un Diplomado en Psicología Deportiva por la Universidad de La Salle Bajío. Es miembro de la Asociación de Gestores Deportivos del Estado de México. Ha trabajado como Jefa del Departamento de Activación Física y Recreación en la Dirección General de Cultura Física y Deporte del Gobierno del Estado de México y también como Gerente Deportivo de un Club Privado del Estado de México. Fué seleccionada universitaria de karate do.