
¿Factor clave para llegar a la élite deportiva? Lo que dicen las investigaciones
Dr. Domingo Blázquez Sánchez dblazquez29@gmail.com
Introducción
La búsqueda de la excelencia deportiva es un anhelo constante en el ámbito del alto rendimiento. Entrenadores, deportistas y familias se interrogan sobre los factores que han catapultado a ciertos individuos al estrellato y, entre ellos, la edad de inicio en la práctica deportiva emerge con frecuencia como un tema central de debate. ¿Existe una “edad de oro” para comenzar en un deporte específico que garantice o, al menos, aumente significativamente las probabilidades de alcanzar dicho nivel? ¿O es este un factor sobrevalorado frente a otros componentes como la calidad del entrenamiento, el talento innato o los factores socioambientales? Casos recientes y de gran repercusión, como el del futbolista del FC Barcelona Lamine Yamal, quien ha alcanzado un extraordinario nivel de rendimiento en la élite con tan solo 17 años, podrían alimentar la percepción de que para lograr tal precocidad en el alto nivel es indispensable una iniciación deportiva lo más temprana posible.
Este breve artículo se sumerge en la literatura científica actual para desentrañar el complejo papel que desempeña la edad de iniciación en el camino hacia la excelencia deportiva, contrastando las teorías de la especialización temprana con las de la diversificación y el desarrollo a largo plazo.
Palabras clave: Edad de iniciación, deporte, élite deportiva, excelencia deportiva, especialización temprana, diversificación deportiva, desarrollo a largo plazo del deportista (LTAD), talento deportivo, práctica deliberada, investigación científica.
El paradigma de la especialización temprana: promesas y riesgos
Tradicionalmente, ha existido la creencia, popularizada en parte por la regla de las “10.000 horas” de práctica deliberada (Ericsson et al., 1993), de que un inicio temprano y una práctica intensiva en un deporte específico aumentan las posibilidades de éxito. Esta idea ha impulsado el modelo de especialización temprana, que promueve la introducción y el entrenamiento intensivo en una única disciplina deportiva desde edades muy tempranas, a menudo antes de la pubertad.
Algunos deportes, como la gimnasia artística, el patinaje artístico o la natación, parecen respaldar este modelo. En estas disciplinas, donde los picos de rendimiento suelen alcanzarse a edades tempranas, se argumenta que las “ventanas sensibles” para el desarrollo de ciertas cualidades, como la flexibilidad o la coordinación compleja, se cierran pronto (Hulteen et al., 2018). Basta con recordar las propuestas de Martin sobre momentos clave en el desarrollo físico motor en niños y niñas. Como señala Dietrich Martin (1982), existen fases sensibles (ventanas sensibles) en las que ciertas capacidades son especialmente entrenables; por ejemplo, sitúa la “primera edad escolar (6/7-10 años)” como un periodo idóneo para el aprendizaje de “habilidades técnicas básicas” y la “primera edad puberal (M: 11/12-13/14 H: 12/13-14/15)” como crucial para el “balance y la coordinación”. Los defensores de la especialización temprana señalan que permite acumular un mayor volumen de práctica específica, refinar la técnica desde el inicio y adaptar el cuerpo a las demandas concretas del deporte.
Sin embargo, la investigación científica ha puesto de manifiesto importantes contraindicaciones y riesgos asociados a una especialización excesivamente precoz. Entre ellos destacan:
- Mayor riesgo de lesiones por sobreuso: La carga repetitiva sobre estructuras músculo-esqueléticas aún en desarrollo puede llevar a lesiones crónicas (Jayanthi et al., 2015).
- Agotamiento psicológico (burnout) y abandono deportivo: La presión por el rendimiento, la monotonía del entrenamiento y la falta de disfrute pueden conducir a la saturación y al abandono prematuro de la práctica (Fraser-Thomas et al., 2008).
- Desarrollo motor unilateral: Centrarse en un solo deporte puede limitar el repertorio motor del niño/a, obviando el desarrollo de habilidades fundamentales que podrían ser beneficiosas a largo plazo, incluso para el deporte especializado (Côté et al., 2009).
- Menor desarrollo de la “inteligencia de juego” global: La exposición a diversas situaciones tácticas en diferentes deportes fomenta una comprensión más rica del juego en general (Baker et al., 2003).
La diversificación deportiva y el desarrollo a largo plazo del deportista (LTAD)
Frente al modelo de especialización temprana, han ganado terreno enfoques
que priorizan la diversificación deportiva durante la infancia y la especialización progresiva en la adolescencia. El Modelo de Desarrollo Deportivo a Largo Plazo (LTAD, por sus siglas en inglés), propuesto inicialmente por Balyi y Hamilton (2004) y evolucionado por otros autores, sugiere que una base multideportiva en las primeras etapas es más beneficiosa para el desarrollo atlético general y, paradójicamente, para el éxito a largo plazo en un deporte específico.
Las principales ventajas de la diversificación incluyen:
- Transferencia de habilidades: Las habilidades motoras y cognitivas aprendidas en un deporte pueden transferirse positivamente a otro (Güllich, 2017). Por ejemplo, la agilidad desarrollada en el baloncesto puede ser útil en el balonmano.
- Reducción del riesgo de lesiones y burnout: Variar las actividades reduce la carga sobre grupos musculares específicos y mantiene la motivación y el disfrute (Myer et al., 2015).
- Mejor toma de decisiones y creatividad: La exposición a diferentes entornos y reglas deportivas fomenta la adaptabilidad y la resolución de problemas.
- Mayor adherencia a la actividad física: Los niños que disfrutan de una variedad de deportes tienden a mantenerse activos durante más tiempo.
Investigaciones como las de Côté y sus colaboradores (Côté et al., 2009; Côté
& Erickson, 2015) a través del “Developmental Model of Sport Participation” (DMSP), distinguen entre la trayectoria de especialización temprana y la de muestreo o diversificación. Sus estudios sugieren que, si bien la especialización temprana puede llevar a un rendimiento destacado en la infancia, la trayectoria de diversificación, seguida de una especialización más tardía (generalmente a partir de los 13-15 años, dependiendo del deporte), se asocia con una mayor probabilidad de alcanzar el nivel experto en la edad adulta y disfrutar de una carrera deportiva más longeva y saludable. En este sentido, Blázquez (2008) subraya la importancia de una iniciación deportiva pedagógicamente bien fundamentada, que respete las etapas evolutivas del niño/a y priorice el aprendizaje significativo y el desarrollo integral por encima del rendimiento inmediato. La iniciación no debe ser una versión en miniatura del deporte adulto, sino una adaptación que permita al niño/a explorar, descubrir y enamorarse de la actividad física.
Lo que dice la ciencia sobre la edad de inicio y la excelencia
La relación entre la edad de inicio y la consecución de la excelencia deportiva no es lineal ni simple, y depende en gran medida del tipo de deporte.
- Deportes de especialización temprana: Como se mencionó, disciplinas como la gimnasia o el patinaje artístico parecen beneficiarse de un inicio temprano debido a las características específicas de rendimiento (e.g., máxima flexibilidad antes de la pubertad). Sin embargo, incluso en estos deportes, una base de juego y actividad física variada antes de la especialización intensiva es recomendable (Lloyd et al., 2015).
- Deportes de especialización tardía: En la mayoría de los deportes de equipo (fútbol, baloncesto, voleibol), deportes de combate (judo, taekwondo) y muchos deportes individuales (atletismo, tenis), los deportistas de élite suelen haber practicado múltiples deportes durante su infancia y se especializaron más tarde (Güllich & Emrich, 2014; Moesch et al., 2011). Estos deportistas a menudo alcanzan e incluso superan a aquellos que se especializaron tempranamente.
Un metaanálisis de Güllich (2017) encontró que los atletas adultos de éxito internacional habían acumulado menos horas de práctica específica en su deporte principal durante la infancia y la adolescencia temprana en comparación con atletas de un nivel competitivo inferior, pero, en cambio, habían participado en una mayor variedad de deportes. Esto sugiere que la calidad de la práctica y la amplitud de la experiencia motriz pueden ser más determinantes que el volumen de práctica específica temprana.
El concepto de “práctica deliberada” (Ericsson et al., 1993) sigue siendo crucial, pero su aplicación debe ser matizada. No se trata solo de acumular horas, sino de que dichas horas sean de alta calidad, estén focalizadas en la mejora continua, cuenten con retroalimentación constante y se realicen en el momento evolutivo adecuado del deportista. La prisa por acumular horas desde la infancia puede ser contraproducente si no se acompaña de una planificación adecuada y un entorno de apoyo.
Además, el efecto de la edad relativa (RAE) es otro factor a considerar. Se ha demostrado consistentemente que los niños nacidos en los primeros meses del año de selección de su categoría suelen estar sobrerrepresentados en los equipos de élite juvenil (Cobley et al., 2009). Esto se debe a que, en edades tempranas, unos meses de diferencia implican ventajas madurativas (físicas y cognitivas) que pueden ser confundidas con talento, llevando a una mayor atención por parte de los entrenadores y, por ende, a mejores oportunidades de desarrollo. Este fenómeno puede conducir a la exclusión de talentos con un desarrollo más tardío o de aquellos nacidos en los últimos meses del año de corte.
Factores más allá de la edad de inicio
Es crucial entender que la edad de inicio es solo una pieza del complejo rompecabezas de la excelencia deportiva. Otros factores, a menudo interrelacionados, desempeñan un papel igual o incluso más importante:
- Talento y predisposición genética: Aunque difícil de medir, la dotación genética influye en las capacidades físicas, fisiológicas y coordinativas (Wang et al., 2013).
- Calidad del entrenamiento y de los entrenadores: Un entorno de aprendizaje positivo, con entrenadores competentes tanto pedagógica como técnicamente, resulta fundamental (Cushion et al., 2010; Blázquez, D., 2017). La capacidad del entrenador para adaptar las tareas, proporcionar feedback efectivo y motivar es clave.
- Factores psicológicos: La motivación intrínseca, la resiliencia, la capacidad de concentración, la gestión de la presión y la mentalidad de crecimiento son determinantes para el alto rendimiento (MacNamara et al., 2010).
- Apoyo socio-ambiental: El respaldo familiar, el acceso a recursos e instalaciones, y el sistema deportivo del país influyen significativamente (Wolfenden & Holt, 2005).
- Horas de práctica deliberada (en el momento adecuado): Si bien la especialización temprana intensiva es cuestionada, la acumulación de práctica de alta calidad es innegablemente necesaria una vez que se opta por la especialización (Baker & Young, 2014).
Conclusiones: ¿es la edad de inicio un elemento decisivo?
La evidencia científica actual sugiere que la edad de inicio en la práctica deportiva, si bien es un factor a considerar, no constituye el elemento decisivo ni único que determina la consecución de la excelencia deportiva. La idea de que “cuanto antes, mejor” es una simplificación que no se sostiene para la mayoría de los deportes y puede conllevar riesgos significativos.
- Para la mayoría de los deportes, una iniciación deportiva basada en la diversificación durante la infancia (aproximadamente hasta los 12-13 años), con énfasis en el juego, el desarrollo de habilidades motrices fundamentales y el disfrute, parece ser la vía más prometedora para el desarrollo a largo plazo, la adherencia a la práctica y, finalmente, el éxito en la élite.
- La especialización debería ser un proceso gradual que tenga lugar en la adolescencia temprana o media, una vez que el deportista ha experimentado una variedad de actividades y ha desarrollado una base atlética sólida.
- La calidad de la experiencia deportiva, incluyendo la calidad de la enseñanza, el entorno de apoyo y la adecuación de la práctica a las características evolutivas del deportista, es mucho más importante que la simple precocidad en el inicio. Como bien señala Blázquez (1995), la iniciación deportiva debe ser un proceso formativo integral.
- La excelencia deportiva es multifactorial, resultado de una compleja interacción entre la genética, el entrenamiento (cantidad y calidad), los factores psicológicos y el entorno sociocultural. Centrarse exclusivamente en la edad de inicio supone obviar esta complejidad.
En lugar de obsesionarse con una edad de inicio temprana, el foco debería ponerse en crear sistemas de desarrollo deportivo que fomenten la participación, el disfrute, el aprendizaje de habilidades y la salud a largo plazo, permitiendo que el talento florezca de manera natural y sostenible. La ciencia nos indica que el camino hacia la excelencia es más una maratón bien gestionada que un sprint precipitado.
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Domingo Blázquez Sánchez

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Barcelona y Licenciado en Educación Física, es un referente global. Ex-catedrático del INEFC de Barcelona, su trayectoria se distingue por ser Presidente de la Red Global de Educación Física y Deportes, así como de su liderazgo en el proyecto INEFC Global. Autor prolífico, sus obras como Métodos de enseñanza en Educación Física y Cómo evaluar bien Educación Física son pilares en la formación de docentes. Reconocido internacionalmente con laMedalla de Oro FIEP Mundial (2019)y elPremio Thulin FIEP Europa (2011), líder en la transformación de la pedagogía de la educación física con su enfoque innovador y publicaciones esenciales.
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