Por Juan Manuel Montesinos Báez
Comenzaré por definir al BARRANQUISMO, como aquella práctica deportiva consistente en la progresión por cañones o barrancos, cauces de torrentes o ríos de montaña, a pie y/o nadando, y que cuenta con diferentes técnicas y materiales específicos.
Durante algún tiempo realicé en compañía de algunos amigos, exploraciones y recorridos por los barrancos y cañadas de la Sierra de Tepoztlán Morelos. Pero ninguno fue tan peligroso y demandante como el primero, el barranco o cañón de Meztitla. Este fue, en todo sentido, un reto divertido, frio y por momentos peligroso. Ese recorrido fue al mismo tiempo debut y examen profesional en esa nueva disciplina en la que me adentraba, después de años de hacer alta montaña y escalada. Mis instructores además de ser amigos queridos no podrían ser mejores, pues contaban con muchos años de experiencia en esta y otras artes de los deportes de montaña.
La fecha, 1ero de noviembre, no dejaba de ser significativa en mi alma mexicana. Era tiempo de las últimas cosechas, era tiempo de ofrendar a la tierra, era tiempo de dar la bienvenida a la obscuridad del otoño-invierno, era simplemente, tiempo de muertos. Sin embargo, las condiciones eran muy distintas a las que conocíamos del otoño mexicano tradicional. Lejos de encontrar tiempo estable, despejado, templado y sobre todo seco, nos encontramos con un nublado intenso, que impidió en todo momento la salida del sol habitual del estado de Morelos, el medio lucía húmedo, aunque no profundamente y se percibía en el viento, el aroma a humedad y cempoalxóchitl. “Había estado chispiando toda la semana”, nos dijeron unos pobladores, sin que haya habido una tormenta o la pronosticara el servicio meteorológico, lo que si hacia era frio, pues Tepoztlán es cálido, pero las alturas de su sierra no.
Viendo nubes muy altas aunque densas, decidimos adentrarnos al citado barranco, accediendo por el pueblo de San Juan Tlacotenco en transporte colectivo, después de dejar los autos en el pueblo mágico de Tepoztlán, a donde pensábamos volver para comer por la tarde, alguna de las delicias que ahí proveen, las expertas cocineras al pie de su comal.
La caminata inició aproximadamente a las 10:00 de la mañana, para los caminantes de alta montaña significaría una locura, un error comenzar alguna actividad, máxime si se trata de exploración, sin embargo en el barranquismo la hora de inicio, es un poco más benevolente, para quien odia levantarse temprano. Llevábamos el equipo técnico individual compuesto de casco, arnés, descensor, cabos de anclaje, los respectivos mosquetones, calzado especializado de barrancos, bote estanco con las raciones pertinentes de equipo de armado, hidratación y comida y uno que otro ascensor por si alguien se atoraba; metros y metros de cuerda, y lo más importante: Trajes de neopreno. Hay que aclarar que los trajes de neopreno de esta disciplina deportiva, no son iguales a los de buceo y es un error confundir uno con otro. Tampoco debemos abusar de su uso utilizándolo en situaciones diferentes al descenso de barrancos fríos y húmedos, pues podría convertirse en un elemento peligroso, como me consta al utilizarlo al realizar el ascenso del sótano del Popócatl, aventura que relataré, posteriormente.
Una vez realizada la caminata de acercamiento, que nos llevo aproximadamente una hora por los hermosos parajes de esta región, llegamos a la entrada de un barranco que a la fecha desconozco el nombre y que en un principio pensábamos era el de Meztitla, debo decir que para cuando se hizo esta exploración, no eran habituales los GPS en el teléfono, los comerciales eran muy caros aún y la cartografía en algunas zonas, no era lo que decía en las cartas. Más aún, todos habíamos estado en expediciones de alta montaña, donde ningún elemento de orientación era definitivo y el tiempo mucho más agresivo, además la finalidad de esta salida era explorar, con lo que implicaba esa palabra no hace muchos años: Desconocer, descubrir y maravillarse. Ha pasado tanto desde esa fantástica sensación de estar perdido sin estarlo, de saber que no estoy donde debía, pero si saber a dónde voy y tengo los medios materiales y técnicos para lograrlo. Si no era el Meztitla ¿Qué más daba? Era un cañón donde nadie hasta esa fecha se había internado.
Animados, nos colocamos el equipo y comenzamos a descender no por un barranco de roca, si no por uno lleno de maleza, el neopreno hacía su trabajo contra tepocatas, espinas y arañas, pero comenzaba a ser un poco abochornante, pues a pesar de la humedad de la maleza y atmosfera, en realidad estábamos secos. Después de dos rappeles de 15 y 12 metros, para los que utilizamos anclajes naturales (árboles), comenzó lo bueno, habíamos encontrado un riachuelo que drenaba la vertiente por la que discurríamos, los pies sintieron la helada sensación del agua fría de montaña. Esta no rebasaba el nivel de los tobillos, pero ya imaginábamos la sensación que tendríamos cuando alguno de los rappeles, nos obligara a meter la cabeza al chorro de agua en alguna cascada.
Caminamos un poco más por el cause y orillas hasta que por fin llegamos a una cascada, el primer rappel como lo habíamos pensado. Con agua helada, que nos caería encima, con la roca desnuda. Pero había algo más, esta primer cascada lucía muy alta, demasiado para descenderla en un solo rappel, aunque uniéramos las 2 cuerdas largas de 60 mts. Lo que teóricamente nos daría 60 mts. de rappel en doble cuerda para recuperar. El problema es que se veía mucho más alta y al ser explorada por primera vez, no teníamos un croquis, “topo” o reseña del barranco al que nos adentrábamos, nosotros lo estábamos haciendo. Sin perder mucho tiempo discutiendo, el más experto de los que lideraban tomó el mando e indicó: “Coloquemos aquí un par de anclajes, luego utilizaré una de 60 (mts. de cuerda), para iniciar y tener mayor perspectiva, me llevo en la saca la otra cuerda de 60 y una de 30 y equipo para montar otros anclajes en caso de ser necesario”.
Comenzó a descender, mientras otro de los guías lo observaba a la orilla del precipicio, asegurado con sus cabos de anclaje y otro, realizaba anotaciones de los rappeles ya realizados en una libreta. De pronto de escuchó un silbatazo, que en lenguaje barranquista significa “alto” o “atención”, el líder indicaba que se había detenido y estuviéramos pendientes. Luego de unos 10 minutos, se escuchó otro silbatazo único. Yo desconocía que pasaba, pero el líder estaba en comunicación mediante señas indicándole al que lo observaba desde arriba, que “recuperará” la cuerda de 60, misma que ya había atado a la de 30, para que está fuera colocada en este primer anclaje, y el líder pudiera disponer de las 2 de 60 metros desde el punto donde se localizaba que era una especie de repisa y donde ya había colocado un par de anclajes, para desde ahí lanzar un nuevo rappel de aproximadamente 50 mts. , siendo que el líder, ya tenía visual del fondo de la cascada. Se acataron las instrucciones y los dos “largos” o rappeles fraccionados estuvieron listos. El líder dio la esperada señal de 2 silbatazos, que significa “libre” o cuerda libre para que el siguiente comience a realizar el descenso.
Me apresuré a ser el segundo en descender, después del líder, un rappel siempre es una cuestión de fe y algo que debe realizarse con sumo cuidado, no importa las veces que lo hayas hecho con anterioridad, pero además aquí lo hacía por primera vez junto a un cause de agua que lógicamente aumenta el peligro. Comencé el primer tramo o largo con tranquilidad y observando hacia donde mi dirigía, llegué a la repisa junto al líder, que me indicó anclarme ahí a esperar al siguiente, en lo que él terminaba el tramo de 50 mts. pero que no diera la señal de libre de mi cuerda hasta que el hiciera lo mismo al fondo de la cascada. Así lo hice, y mientras esperaba en esa cómoda repisa, con la brisa del agua helándome la cara, comprendí que México es un territorio tan basto, tan hermoso y pródigo, listo a tantas actividades para aquellos que decidan realizarlas que no basta una larga vida para terminar de maravillarse con su belleza. Diez veces, había estado en Tepoztlán, incluso más de 5 había subido a la famosa ruina y siempre me había impactado el asombroso paisaje de esta sierra y me preguntaba ¿cómo será ahí? ¿Qué habrá? ¿qué maravillas esconden esas formaciones rocosas irreales? En esto pensaba cuando llegó la señal convenida con el líder, liberé mi cuerda, di la señal al siguiente y me preparé para salir al nuevo rappel. Sin embargo, la persona que descendió después de mí, me pidió esperar, entre otras cosas para tomarme una fotografía, la respuesta fue obvia, no siempre se pueden tomar fotos en medio de una cascada.
Después de esto, salí en el nuevo rappel, sin dejar de prestar atención por donde descendía, pero sin dejar de admirar la belleza melancólica del paisaje envuelto en el gris nublado que imperaba en la atmosfera.
Hago una pausa a mi relato, esperando contar con tu atención en la próxima publicación de mi columna, para que conozcas mas detalles de esta exploración y este apasionante deporte.
Juan Manuel Montesinos Báez
Originario de la Ciudad de México, nacido en el año de 1974, es licenciado en Educación Física por la Escuela Superior de Educación Física del Distrito Federal. Es Técnico en Urgencias Médicas Nivel I por la Cruz Roja Mexicana, aprobando el curso PHTLS en la Escuela Militar de Oficiales de Sanidad. Tiene un Diplomado en Alta Dirección Deportiva por la CODEME. Es Técnico en Administración por el IPN. Realizó diversos talleres, cursos y seminarios de administración y política educativa, administración y gestión, aprobó los cursos de actualización de Educación Física hasta el Nivel XII, impartidos por la SEP-SNTE. Labora de manera ininterrumpida en el nivel primaria de educación básica desde hace 18 años. Ha colaborado en diversas investigaciones como autor de artículos o asesor de trabajos verticales en cuerda con investigadores del INAH y PGR Instructor de trabajos en espacios confinados industriales y trabajos en altura industriales para la empresa APIBE que asesora a plantas industriales de Nestle, Unilever, Chrysler y Alvarion. Fue coordinador de natación y coordinador deportivo en el Club Irlandés de Raqueta. Director de actividades deportivas de la comunidad Maguen David. Fue competidor de Polo Acuático y nadador Master en el C.A.A.A.N. del I.M.S.S. Instructor de Natación de la Benemérita Escuela Nacional de Maestros y del Deportivo Plan Sexenal. Montañista desde la infancia, ha practicado este deporte de manera profesional en diversas instituciones como la Cruz Roja y la U.N.A.M., participando en cursos y expediciones a nivel nacional e internacional en las diversas modalidades del deporte ciencia: Montañismo de altitud, senderismo, barranquismo y espeleología. Nadador de salvamento acuático por la Escuela Militar de Oficiales de Sanidad, Instructor y miembro fundador de la Escuela Nacional de Rescate Agreste de la Cruz Roja Mexicana. Paracaidista de salto libre y estático de la Cruz Roja Mexicana y del Equipo de Paracaidismo de la extinta Mexicana de Aviación. Buzo PADI, certificado en Open Water. Actualmente funge como Coordinador Técnico Deportivo del Complejo Olímpico México 68, de la alcaldía Benito Juárez.c