Providencia y Chinchachoma

Fernando Vargas

El padre Chinchachoma, que quiere decir “cabeza sin cabello”, es el sobrenombre de Alejandro García Durán Conde de Lara, nacido en Barcelona, España, y quien dedico más de tres décadas de su existencia al propósito de dignificar a niños en situación de calle en México para lo que fundó 18 albergues para recibir a aquellos por su condición de vulnerabilidad y casos por adicción a las drogas, dándoles elementos indispensables para su desarrollo psicosocial y afectivo.

Generó métodos donde la reflexión incluía (partir del yo) a la persona se basó en dar un afecto incondicional al niño y hacerlo reflexionar acerca de la vida y su situación personal; publicó diversas obras que integran aspectos religiosos, sociológicos y pedagógicos; desde su perspectiva intentaba interrumpir el ciclo intergeneracional de la pobreza concretizando sobre los problemas sociales y humanos generados por la falta de compromiso social. El padre Chinchachoma fue y es un referente por su visión que aborda palabras altisonantes y fuertes.

Este sacerdote escolapio era un soñador ayudando a niños de la calle, primero en Bogotá, Colombia, y después avecindado en México desplegó una gran capacidad de gestión para lograr que muchas voces, voluntades y sentimientos se sumaran a sus conceptos y a sus objetivos, así generó Hogares Providencia, una Institución de Asistencia Privada (IAP), que desde 1979 se dedica a proteger, salvaguardar y promocionar los derechos de las niñas, niños y jóvenes que por alguna circunstancia de vida han tenido que sobrevivir en las calles, o que están al borde de permanecer en ellas como alternativa de subsistencia.

La institución brinda un hogar con un sistema de puertas abiertas con diferentes servicios, atención y cuidados óptimos para un desarrollo que incluye alimentación, vestido, salud física y mental, así como educación, además de proporcionar acceso a la recreación, cultura y deportes, alinea sus objetivos a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de las Naciones Unidas, con la misión de restituir los derechos básicos que les fueron negados a las niñas, niños y jóvenes de la calle, proporcionando una adecuada nutrición, educación, desarrollo físico y emocional con el propósito de recuperar el valor de las personas.

Hogares Providencia, IAP, reconoce que los valores inculcados en la infancia orientan el compromiso y desarrollo de una persona, determinando sus convicciones, manera de ser y responder frente a sus deseos e impulsos. Los cinco ejes en los que se basan estos valores son el amor, es decir, la aceptación incondicional y el diálogo para todos los que participan en la institución; la dignidad que se traduce como el trato digno e igualitario de todas las personas que forman parte de estos hogares; la fraternidad que es el respeto, apoyo y comprensión, sin exclusión y/o discriminación a persona alguna; la justicia que representa la integridad y honestidad apegadas a los estándares éticos más altos y la libertad, entendida como el ejercicio del comportamiento independiente, respetuoso y comprometido consigo mismo y sus congéneres.

Esta ejemplar historia y realidad es un referente de integración positiva a la sociedad, mediante procesos de formación, orientación y desarrollo humano. Esta semana he tenido el privilegio de compartir la tradicional rosca de Reyes en el hogar San José de Calasanz y al querer dar algo a esta causa se termina recibiendo enseñanzas múltiples de humanismo, compromiso y de pasión por apoyar con transparencia a quienes menos tienen y merecen tener más.

Daniel Aceves Villagran

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