¿POR QUÉ ELEGÍ SER PORTERA?
Hoy me siento aquí frente a esta página en blanco, que está a punto de ser llenada por una chica que le encanta el fútbol, pero que sobre todo le apasiona ser portera.
Sin importar si a las personas les gusta o no el fútbol, sí algo por lo regular se sabe es que cuando el partido se gana es porque el delantero hizo bien su trabajo, y si se pierde es porque el portero se equivoco o simplemente no cumplió con su parte.
Si en los juegos el delantero falla 20 veces un tiro que pudo haber terminado en gol, no pasa nada, “hoy la puntería no estaba de su lado”.
En cambio si un portero hace decenas de atajadas en un partido, pero le anotan uno, nadie se acuerda de todo lo que hizo bien. Eso y más fueron cosas que a mí me advirtieron antes de que eligiera ser portera, pero lo que nunca me dijeron es el dolor que pasas cuando te anotan un gol por culpa tuya.
Si de por sí se siente feo que como portera te anoten un gol, sin lugar a dudas, el peor sentimiento que se puede tener es cuando sabes que te equivocaste, que ese gol lo pudiste haber evitado. Esos segundos después de ese gol, por tu cabeza rondan un sinfín de sensaciones (coraje, impotencia, tristeza, dolor, etc.). Y a pesar de todo eso, te tienes que levantar con la cara en alto y darle vuelta a la página lo más rápido posible. Aún así, las ganas de jugar en esta posición no se me quitaron.
Ser portera es posiblemente una de las mejores decisiones que he tomado en vidaporque, aunque todo parezca gris y oscuro, la realidad es diferente. Llegar a un partido, dirigirte a la portería y colocarte entre los tres palos es una sensación padrísima y difícil de describir. Soy la única que puede ver todo el campo, que tenga o no el gafete de capitana, en mi equipo me ven como una líder.
Aún así, el mejor sentimiento es cuando todos piensan que esa jugada va a terminar en gol y ahogas el grito de gol de la delantera del equipo rival y de la afición. O cuando haces una atajada espectacular, que de momento ni tú te la crees. Otro momento bastante especial se da cuando atajas un penal, pues es de las pequeñas situaciones en las cuales puedo celebrar un poquito.
Más allá del fútbol, ser portera me ha enseñado a reforzar mis habilidades de trabajo en equipo, a aprender a liderar una plantilla o grupo, a que después de cada caída me debo levantar y tengo que analizar lo que hice mal, corregirlo y no volver a cometer el mismo error. Ser portera es algo que definitivamente no cambiaría por nada del mundo.
ROSA ALICIA PEREA RUBIO
Estudiante en la Universidad AMERIKE.
Estudiante de la Lic. en Ciencias del Deporte. Aficionada del Mundo Motor y el Fútbol