Lucha contra los límites.

Fernando Vargas

Pasión por el Deporte

Por José Ortega

“Alguien lucha contra algo, contra alguien o contra sí mismo. Incluso en el caso de que uno practique un deporte solitario, se produce la dualidad”.

La práctica del deporte es, por lo general, una lucha contra los límites. La lucha, esto es, la agonía, en el sentido más genuinamente griego que forma parte consustancial de la práctica deportiva.

Una lucha esta que se desarrolla dentro de un marco normativo y que tiene que estar debidamente arbitrada para que no sucumba a excesos. No todo vale en esta lucha, no todo es legal ni legítimo para alcanzar la victoria. El buen juego o fair play se demuestra en el modo de ejecutar la lucha, de batirse en la arena, en el estricto cumplimiento del marco normativo.

En toda lucha se produce siempre una confrontación, aunque en el deporte ésta posee simultáneamente distintos planos.

Confrontación es un término que fácilmente se interpreta en clave negativa, se asocia a violencia y a agresividad, pero no necesariamente debe ser así. El alpinista se enfrenta a la montaña, la contempla, la estudia y la explora con sumo cuidado que lo conducen a la cima. El tenista se confronta con su rival, es decir, se mide con él, y, por ello estudia sus movimientos. El corredor de fondo se confronta consigo mismo cuando corre largas distancias por una llanura. La suya es una lucha invisible, secreta, nadie se percata de ella, solo él la conoce o quienes como él practican esta misma modalidad deportiva.

Alguien lucha contra algo, contra alguien o contra sí mismo. Incluso en el caso de que uno practique un deporte solitario, se produce la dualidad.

También en esta circunstancia se da una duplicación del yo. El yo lucha para vencer su marca pasada lo cual significa un ejercicio de memoria, pero también de anticipación. Recuerda el tiempo que hizo y desea realizar otro registro.

Es consciente de lo que hizo, pero, a la vez, anticipa un resultado mejor o, mejor dicho, tiene fe en conseguirlo.

En tal caso, el deportista lucha contra sí mismo,  lucha contra sus límites, mira de superar sus propios registros, de mejorar sus resultados, sin pensar en lo que hacen los demás, sin esperar el reconocimiento de los otros. Es una lucha sin público sin gradas sin ovación.

La lucha, como el ser y como el amor, se escribe de múltiples maneras en la vida humana. Está la lucha en singular o en plural, la que se labra calladamente o en grupo, la que se ejecuta equipado con todo tipo de artefactos técnicos o bien desnudos, como los atletas de la antigüedad clásica.

Es lo que José María Cagigal denomina la dimensión agonística o agonal del deporte, que no necesariamente deriva en agónica, aunque en ocasiones extremas, especialmente en las nuevas modalidades deportivas de gran resistencia trails, ultratrails o ironmans, es decir, cuando el reto tiene una gran dificultad, exige esfuerzos extremos tanto físicos como mentales y emocionales. En tales casos, la práctica deportiva acaba siendo agónica para muchos.

En toda actividad deportiva, el deportista se encuentra con una resistencia que debe superar, con un muro que debe saltar, con un monte que debe ascender, con un opositor que busca ganar. Vencer exige destreza, habilidad, anticipación de movimientos, un sutil ejercicio de la inteligencia, pero debidamente coordinado con el movimiento corporal. Sin lucha, el deporte desaparece se esfuma, porque desaparece la tensión, el conato que hace posible la actividad deportiva.

La lucha  es su causa eficiente, su razón de ser, si los jugadores o los corredores o los esquiadores no se disponen a luchar, a dar lo mejor de sí mismos, a entregarse en cuerpo y alma a esa acción, no existe actividad deportiva en sentido pleno.  Incluso en el caso de que el elemento lúdico y recreativo sea el esencial, existe una dimensión de lucha de confrontación que hace viable la actividad deportiva. Si nadie corre en la cancha,  si nadie se dispone a marcar goles o defender el honor, desaparece el partido de futbol. En la ejercitación deportiva, siempre hay un reto difícil o muy difícil, que superar y la lucha es indispensable para tratar de salvar los escollos que separan al deportista de su reto.

Toda lucha o contienda presenta siempre una resistencia y se desarrolla a lo largo de un periplo temporal que termina con la victoria o con la derrota. Es un juego binario y excluyente o se gana o se pierde. No se puede no ganar; no se puede no perder.

Sin embargo, no siempre es evidente saber cuando uno gana de verdad y cuando uno pierde realmente y, menos aún qué es lo que gana y qué es lo que pierde tanto al ganar como al perder. También en el deporte las apariencias engañan.

En un partido de futbol, por ejemplo, gana el equipo que mete más goles y en una carrera ciclista, el corredor que alcanza antes que los demás la línea de meta, pero la lucha del deportista presenta un grado de complejidad mas elevado. En ocasiones se puede haber ganado objetivamente, pero el deportista puede tener la impresión de no haber ganado porque no ha dado  lo mejor de sí, porque no se ha entregado a la actividad.

En otras circunstancias, en cambio, ocurre lo contrario. Uno pierde objetivamente una carrera o un partido de tenis, pero tiene la percepción interior de haber ganado, porque ha superado sus expectativas personales, porque se ha entregado hasta el límite de sus posibilidades y está en paz consigo mismo. O simplemente porque ha mejorado respecto al último enfrentamiento con el mismo jugador, a pesar de haber perdido objetivamente.

No todo se juega, pues, en el plano de la exterioridad. Hay luchas interiores que solo conoce  el deportista en su soledad. Cuando uno, por ejemplo, corre solo por una montaña, ¿quién gana?, ¿quién pierde? Cuando uno cruza un lago nadando, ¿quién gana?, ¿quién, pierde? Cuando un ciclista veterano sale un domingo por la mañana montado en su bicicleta y realiza doscientos kilómetros ¿quién gana?, ¿quién pierde? El escalador que ha trepado hasta la cima de una aguja después de ocho horas de trabajo, ha luchado para poder alcanzar su objetivo pero ¿ha ganado o ha perdido?

En todos estos  casos, existe una lucha, una secreta confrontación, pero no resulta nada fácil afirmar, desde fuera, quién ha ganado y quién ha perdido.

Depende de un conjunto de variables: de las expectativas personales, del grado de entrega personal, de la memoria del pasado, del grado de autoexigencia  personal. Por ese motivo, la respuesta  está únicamente dentro de cada uno. La verdad se esconde  en nuestro interior,  y por eso el deporte es una gran herramienta  para que nos conectemos con nuestro yo más íntimo. A través de él lograremos poco a poco tomar perspectiva y relativizar lo externo, y empezaremos a guiarnos por lo interno.

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