Pasión por el deporte
José Ortega
“El deporte es un fenómeno global, que tiene muchas consecuencias y dependencias que afectan a un conjunto de esferas de la vida social”
El deporte es un fenómeno que aunque no suele estar en la agenda de los debates intelectuales ni de los temas prioritarios de los profesionales de la cultura, no sólo porque afecta a algunos individuos de la esfera social, sino porque aunque tiene implicaciones múltiples y una dimensión individual y colectiva a nivel político, económico, industrial, educativo y social. Quizá por ello puede denominarse como un fenómeno global, que tiene muchas consecuencias y dependencias que afectan a un conjunto de esferas de la vida social.
Desde hace años, antropólogos y filósofos de la cultura abordan el estudio de este fenómeno del deporte cuyos efectos han crecido enormemente en las sociedades más modernas del mundo. Resulta imposible comprender a fondo a nuestras sociedades actuales sin el deporte. El efecto que tienen algunas disciplinas deportivas, como el futbol en Europa, el atletismo en África, la gimnasia en el lejano oriente, el béisbol y el baloncesto en Estados Unidos por poner un ejemplo.
Ante un acontecimiento deportivo se paralizan las ciudades, se movilizan las fuerzas de seguridad, se alteran las agendas informativas, toda la atención ciudadana se focaliza en esa actividad deportiva, de tal modo que acaba opacando otros eventos que, probablemente, tienen mucha más relevancia.
Muchas personas, directa o indirectamente viven del deporte o del mundo que envuelve, formando una extensa red de proveedores, de vendedores, de comerciantes, con lo que se puede afirmar que no se trata de un fenómeno menor o reservado a ciertas élites sociales, económicas o culturales. Estamos hablando de un fenómeno popular global, que atañe a millones de seres humanos en el mundo y que genera un gran mercado y una gran audiencia, que desata todo tipo de emociones.
Se puede, pues, definir como un fenómeno de masas, como un fenómeno mediático y, también, como un fenómeno de gran trascendencia. En los estadios, complejos e instalaciones deportivas se llora, se grita, se indignan, se enfadan, se pelean, se insultan, se desesperan, se alegran, se entristecen, en definitiva, se ponen en movimiento un mar de emociones y de pasiones.
Aunque también, tristemente, la condición humana se pone en funcionamiento creando lo más tóxico: la violencia, el racismo, la xenofobia, el sectarismo y evidentemente el fanatismo en su versión deportiva.