A nivel internacional, existen diferentes consensos para contribuira los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que incorpora en sus 17 objetivos el propósito por desarticular la espiral de la pobreza intergeneracional, que tiene en el acceso a los alimentos uno de los puntos fundamentales en el logro de este concepto.
La participación de la sociedad civil y de los tres niveles de gobierno es y será fundamental para revertir el desperdicio que se incremento en tiempos pandémicos del covid-19.
Recientemente, a manera de ejemplo, el gobierno de España incorporó un proyecto de ley que entrará en vigor al iniciar el año 2023. Éste pretende combatir el desperdicio de alimentos mediante sanciones que obliguen a los restaurantes y supermercados a donar los sobrantes de comida, hoy en día se estima que en el país antes mencionado se tiran a la basura, al año, 1.36 millones de toneladas de comida y bebidas, por lo que los establecimientos deberán articular mecanismos para donar los alimentos sobrantes a organizaciones no gubernamentales y a bancos de alimentos y, en el caso de que no sean aptos para el consumo humano, procedan a transformarlos en otros productos consumibles y, rebasada esta instancia, deberán servir para la alimentación de animales o para la composta. Esta iniciativa también prevé facilitar que los consumidores tengan acceso a llevarse las sobras; las multas por incumplimiento de estas normativas van de los dos mil a los 60 mil euros.
Uno de los argumentos estriba en crear concientización, bajo el ejemplo previo de países como Italia y Francia, que adoptaron en años recientes leyes contra el desperdicio de alimentos. En México hay diversos esfuerzos, como el del Banco de Alimentos de México (BAMX), organización que estimó que en 2021 se desperdiciaron cerca de 24 millones de toneladas de alimentos.
De acuerdo con información periodística, en México se desperdicia el 35% de los alimentos que se producen y sólo en la Ciudad de México se estima que son cerca de 13 mil toneladas diarias de comida desperdiciada, aunado a que el 15% de la población que habita en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México presenta alguna carencia alimentaria.
La FAO estima que van a dar a la basura, a nivel de desperdicio, hasta un 40% de carnes blancas, como el pollo y el pescado, y un 37% de carne de res, que es equivalente a 20 millones de toneladas de este tipo de comida cada año. Las implicaciones de este tipo de desperdicio son económicas, ambientales y sociales, ya que el factor económico se ubica en nuestro país en alrededor de 45 mil millones de pesos anuales, que sería el costo de la comida en buenas condiciones, y a esto habría que agregar elementos de inseguridad alimentaria, generada por una alta inflación, con la consecuente carestia de la canasta básica.
En México se tiene que presentar un esquema de concientización para generar mecanismos de solidaridad social para un mejor aprovechamiento de los alimentos y una logística que permita trasladar estos a grupos sociales carenciados.
La participación de la sociedad civil y de los tres niveles de gobierno es y será fundamental para revertir el desperdicio que, contrariamente a lo proyectado, se incremento en tiempos pandémicos del covid-19. Es un tema de conciencia personal, familiar y social, en donde las herramientas y directrices de cómo llevar a cabo el proceso para compartir los alimentos deberá ser focalizado en las zonas geográficas donde se materialice este tipo de iniciativas, creo que, más que una ley coercitiva, en principio necesitamos crear estímulos para la donación y la recepción de los alimentos.
Daniel Aceves Villagrán