Por Patricia E. González
Cada vez más los padres de familia encuentran dificultades en el trato con sus hijos. El problema se repite en muchas familias, pareciera un mal de nuestro tiempo el hecho de que tanto a niños como a adolescentes resulta complejo educarlos.
Frecuentemente los padres de familia comienzan a darse cuenta que sus hijos presentan ciertos problemas: no obedecen, tienden a ser retadores y rebeldes.
Esta realidad esto provoca que educar a los hijos se pueda convertir en un verdadero suplicio, cargado de agresión, enojo y frustración, no sólo para el adulto sino también para el propio niño.
Los límites deben estar fundamentados en el respeto y la integridad.
Conocer los cuatro motores de la conducta infantil son elementos imprescindibles si queremos entender y educar de la manera más adecuada a nuestros hijos, ya que ellos llevan a actuar de tal o cual manera. Son los principales motivadores de su conducta que rigen en gran e importante medida sus actitudes y comportamientos:
- El amor
Se refiere a los vínculos afectivos que naturalmente emanan del padre o la madre hacia su hijo y, por supuesto, del vínculo que se establece entre el hijo y sus padres.
El amor es el aliciente más grande que nuestros hijos pueden recibir o, por el contrario, la limitante más indeseable que podemos presentarles.
El amor los mueve, empuja, motiva; el amor los limita, detiene, educa.
El amor de un padre o una madre hacia su hijo es incondicional. Muchos niños lo saben y lo sienten, situación que los lleva, algunas veces a abusar. Los padres movidos por el cariño y amor incondicional permiten a sus hijos mostrar comportamientos inadecuados. En este caso, el amor se convierte en un reforzador de conductas indeseables pues, protegidos con la bandera del amor, los niños crecen en un medio en donde se permite lo que regularmente no se debe hacer. Así los padres caen en la temida, e incluso repudiada, clasificación de sobreprotectores, término de lo que posteriormente hablaremos.
- La atención
Uno de los motores de la conducta mas importantes de los niños y adolescentes es la atención que reciben (o desean recibir) de sus padres. Sin embargo, en está etapa, los niños no saben discriminar entre atención positiva y atención negativa.
¿Quién creen que normalmente reciba más atención? ¿Un niño que se porta bien, o un niño que se porta mal? Sé que hay excepciones, desgraciadamente son pocas.
El problema surge evidentemente cuando los niños, poco a poco, van aprendiendo que muchas de las conductas, comportamientos y actitudes negativas indeseables captan más atención que los comportamientos positivos. Se percatan que las conductas negativas obtienen más atención y carga afectiva o emocional de los adultos, situación que se convierte en un reforzador negativo de la conducta.
- La necesidad de salirse con la suya
Los niños casi siempre quieren que las cosas sean como ellos desean. Esto no puede parecer malo, si pensamos en un niño que no se deja vencer con el primer obstáculo, un niño perseverante que sabe lo que quiere y lucha por conseguirlo. Sin embargo, esto tiene también otra connotación muy importante: el hecho de que sencillamente en la realidad no siempre es posible.
Tenemos que entender que ante este esquema, la búsqueda de la gratificación de las demandas del niño estarán presentes permanentemente. Tratará, por todos los medios que estén a su alcance, de conseguir lo que quiere…incluyendo conductas inapropiadas recurriendo a la confrontación, rebeldía, el oposicionismo, el enojo o la intolerancia para evitar hacer algo que no quiere hacer.
Si el niño entiende, “no siempre voy a obtener lo que quiero”, intentará ganar terreno y recurrirá a estrategias para ver cómo reaccionan sus padres y tomarles la medida.
¿Cómo saber qué es correcto limitarles y qué no?
Si lo correcto, lo socialmente aceptado es la prudencia, tolerancia, buenas maneras, educación, saber esperar, pedir las cosas, así como adaptarse e integrarse, entre otras actitudes, es lo que tendrían que fomentar en sus hijos.
Los niños carecen de sistemas de autocontrol y será a través de la contención externa, que ellos poco a poco irán generándolos.
- El enojo
Cabe señalar que el enojo se refiere a la reacción presentada por lo padres, más que al enojo experimentado por el niño.
No resulta extraño suponer que cuando los niños desean obtener algo, aún cuando no lo consigan directamente, si la reacción de los padres es de enojo, desesperación, golpes, gritos o amenazas, de manera indirecta están obteniendo lo que quieren, aunque esto sólo sea hacerlos enojar.
Finalmente sí hizo enojar a sus padres y se salió con la suya porque indirectamente, se reforzaron los tres principales motores de la conducta infantil: atención, salirse con la suya y el enojo.
El enojo se vale sentirlo, es permitido y hasta deseable expresarlo. Lo que no es válido es actuarlo.
TIPS:
- Mantén la calma.
- Sé firme.
- Ignóralo o préstale la menor atención posible: sin público, no hay show.
- Asegúrate de que el niño no corre peligro y luego aléjate en caso de berrinche.
- Es indispensable que tu niño no consiga lo que quería, que no se salga con la suya.
- Después de la crisis es conveniente hacerle sentir que estás presente, pero no impresionado.
- No uses castigo físico para disciplinar o tratar de erradicar o disminuir las malas conductas, ya que además de que estarás depositando de manera evidente carga afectiva, estarás agravando el problema y transgrediendo la integridad física y emocional de tu hijo.
- Refuerza las conductas y los comportamientos positivos y adecuados.
- Acude a un especialista, cuando las cosas se salgan e control, cuando te esté siendo difícil lidiar con estas situaciones o cuando necesites una orientación más personalizada para resolver el problema.
Nadie dijo que fuera fácil ser papá o mamá.