“Sabia virtud de conocer el tiempo; a tiempo amar y desatarse a tiempo; como dice el refrán: dar tiempo al tiempo que, de amor y dolor, alivia el tiempo”… fragmento del poema de Renato Leduc (1895-1986), poeta, escritor y periodista, quien, junto con Rubén Fuentes Gassón (1926-2022), arreglista y compositor, realizaron de esta letra, de tiempo y destiempo, una joya, con diversos intérpretes en la música romántica y, así, con ese antecedente, podemos decir que la importancia del tiempo en los seres vivos es indiscutible.
El desarrollo de la vida de las personas depende de la transición entre un momento y otro de su vida cotidiana, con historias individuales o colectivas que va midiendo en periodos de tiempo.
El tiempo ha sido estudiado desde siempre y desde diferentes culturas, ópticas y materias con enfoques científicos, filosóficos, religiosos, espirituales, políticos, económicos y sociológicos, que a su vez sostienen de manera multidisciplinaria sus propias teorías y conceptos en torno a descubrir la verdadera esencia del tiempo, que es un recurso único (solamente existe uno, no se inventa), subjetivo (depende de factores diferentes), no negociable (no se compra, vende o presta), inflexible (no se acota o extiende) y democrático (es el mismo para todas y todos); en consecuencia, no se puede gestionar el tiempo, lo que sí se puede realizar es gestionar las actividades y tareas, ya que el reloj y los calendarios hacen del tiempo algo medible y cuantificable, comprendiendo que la medición del tiempo es diferente con base en nuestra edad, género, ocupación, cultura, religión, circunstancia económica, valores, entre otros muchos factores.
Los principales ciclos astronómicos utilizados por las antiguas civilizaciones son los del Sol y la Luna, surgiendo las unidades básicas del tiempo, como los días, semanas, meses y años y, así, los calendarios sumerio, babilonio, egipcio, griego, romano, gregoriano, musulmán y el maya han sido formas de armonizar y organizar, mediante un sistema de reglas, a las diferentes unidades naturales de tiempo y, a partir de influencias religiosas o científicas, se llegó a la reflexión de que el tiempo es un recurso o un activo que es imposible comprar y mucho menos negociar.
Ya varios filósofos han dicho que hay que hacer amistad con el tiempo para preferir aquellas tareas para las que somos mejores y nos gustan más, y para tener productividad debemos enfocar nuestro esfuerzo a las que nos acerquen a nuestros objetivos, sabiendo diferenciar lo importante de lo urgente; una alianza básica con el tiempo es determinar objetivos, realizar una planeación, que haya concentración, alejamiento de distractores y una alta motivación.
Leonardo da Vinci, quien es uno de los hombres más preclaros de la humanidad, decía: “El tiempo dura lo suficiente para quien lo sabe utilizar”. Amor de aquellos tiempos, cómo añoro la dicha inicua de perder el tiempo… “Sabia virtud de conocer el tiempo…”.