agosto 13, 2025

El Deporte No Descansa

Verdadero Análisis Deportivo

La lucha del Movimiento Olímpico contra la discriminación en los Juegos

Por César Pólit Ycaza ECU

Los Juegos Olímpicos de París 2024 fueron los más inclusivos de todos los Juegos de la Era Moderna, al margen de las controversias generadas por la participación de dos boxeadoras transgénero y la exclusión de Rusia y Bielorrusia. Más allá de su extraordinario éxito organizativo y deportivos, se alcanzó la total paridad en la participación de atletas varones y mujeres, éxito que el Movimiento Olímpico debió esperar 124 años.

En el pasado fueron varios los Juegos marcados por algún tipo de discriminación racial o de sexo, o influenciada por decisiones políticas. En Atenas 1896 no participó ninguna mujer, por considerarse que no estaba apta para las exigencias de ese tipo de competiciones. Fue, en París 1900, donde por primera vez participaron las mujeres, compitiendo en tenis, golf y croquet.

Los Juegos de San Luis 1904, por pedido de Coubertin y al igual que en París 1900, se disputaron simultáneamente a la Exposición Universal. Su aspecto más crítico y deplorable fue, sin duda, la gran tensión racial que cundió durante su realización, mientras que el más relevante fue la primera participación de atletas de raza negra. Uno de ellos, el estadounidense George Poage, se convirtió en el primero de esa raza en ganar una medalla olímpica (bronce en los 400 m. vallas).

Esa tensión fue avivada con la realización del desfile inaugural denominado “Día antropológico”, en el que tomaban parte las supuestas razas inferiores – negros, mestizos y sioux -, que después competirían entre sí en un evento paralelo. Los organizadores consideraban que “no merecían competir con las mejores”. Coubertin calificó el evento como bochornoso y muchos países lo condenaron.

Asimismo, fueron el escenario de confrontaciones nacionalistas entre norteamericanos e ingleses, y de su instrumentalización política por los Estados Unidos a través de la presentación de su “visión civilizatoria expansionista”. Rayaron en el fracaso, pues apenas congregaron 42 atletas de 12 países y 609 estadounidenses. Son recordados como la primera y mayor mancha racista en la historia de los Juegos Olímpicos.

En Berlín 1936 también se registraron casos de discriminación racial, fundados estos en la supuesta supremacía de la raza aria. El periódico del Partido Nazi, Völkischer Beobachter, se encargó de denostar sistemáticamente lo que serían esos Juegos: “Hoy somos testigos de cómo hombres libres blancos deben competir con los esclavos negros. Esto es una degradación de la idea olímpica (…) Los próximos Juegos serán en Berlín, en 1936. Esperemos que los hombres responsables sepan cuál debe ser su obligación. Los negros han de ser expulsados. ¡Lo exigimos!”.

Ese ambiente tenso y confrontativo fue alimentado por los resentimientos del pueblo alemán en contra de los países que sancionaron a ese país en Versalles y que se congregarían en Berlín. Estados Unidos reiteradamente se opuso a que Alemania los organice, por su política de discriminación contra los judíos y los riesgos de su instrumentalización política, al igual que otros países que habían expresado también su oposición. Los hechos le terminaron dando la razón.  

En medio de esa vorágine nacería la leyenda del estadounidense Jesse Owens, al ganar las medallas de oro de los 100 y 200 m. planos, las pruebas de salto largo y relevo de 4 x 100 m., y batir dos récords mundiales y cuatro marcas olímpicas, entre ellas la de salto largo – 8,06 m. -, que se mantendría vigente hasta los Juegos de Roma 1960.  Su nombre fue inmortalizado y grabado en bronce sobre la puerta Marathon del estadio de Berlín. Owens echó por los suelos la parafernalia racista de Hitler y le mostró al mundo cómo el deporte puede vencer a la política y al racismo.

Tres años después advino la Segunda Guerra Mundial, como consecuencia de los desquicios y antisemitismo de Hitler, que buscaba el exterminio de los judíos y la preeminencia de la raza aria. Los Juegos previstos para 1940 debieron suspenderse, tal como sucedió con los programados para 1912 y 1916. Londres organizó los de 1948, a los que no invitó a Alemania y Japón, y en los que la ex URSS decidió no participar. En los Juegos de Tokio 1964 fue excluida Sudáfrica por su política de apartheid, retornando recién a los Juegos de Barcelona 1992.

Pero sería en México 1968, donde se registró la mayor protesta contra la discriminación racial en la historia de los Juegos, protagonizada el 16 de octubre por los atletas estadounidenses de raza negra: Tommie Smith y John Carlos. Ella se dio en plena ceremonia de entrega de medallas de los 200 m. planos, cuando al mismo tiempo que sonaba el himno de su país, inclinaron la cabeza y levantaron el puño en el que llevaban un guante negro. Hacia el podio habían caminado descalzos con unos calcetines negros que simbolizaban “la pobreza de los afroamericanos de Estados Unidos”.

Su gesto, apoyado por el atleta australiano de raza blanca, Peter Norman, llenó las portadas de los periódicos. Llegó a conocerse en todo el mundo como el saludo del “Black Power”, un gesto de protesta en defensa de los derechos civiles en Estados Unidos. Por aquel entonces, ese país vivía una época muy convulsa, por la vigencia de las infames leyes de “Jim Crow” que segregaban a los blancos de los negros. Meses antes, Martin Luther King había sido asesinado en Memphis, y la guerra de Vietnam seguía segando la vida de miles de personas. Las protestas no cesaban. La segregación racial tampoco.

John Carlos, en su comparecencia ante la prensa, reafirmó su condena a la discriminación que, en su opinión, sufrían los ciudadanos de raza negra, sentenciando: “Estamos cansados de ser caballos de exhibición, cuando ganamos dicen que triunfan los norteamericanos, cuando perdemos o hacemos algo que no gusta, entonces dicen que lo han hecho los negros”. Y agregó: “Si gano soy estadounidense, no un negro estadounidense. Pero si hago algo malo entonces ellos dirían ‘negro’. Somos negros y estamos orgullosos de serlo”.

Su protesta no gustó al entonces presidente del COI, Avery Brundage, por considerarla “una violación deliberada y violenta de los principios fundamentales del espíritu olímpico”, por lo que dispuso la expulsión de Tommie Smith y John Carlos de la Villa Olímpica. Incluso, llegó a exigir que ese gesto de protesta no apareciera en la película oficial de México 68, a lo cual el director Alberto Isaac se rehusó. Fernando Macotela, el guionista de la película, describió la actitud de Brundage como “terrible, repugnante, insultante” y “un chantaje”.

Paradójicamente, tres décadas antes, como presidente del Comité Olímpico Estadounidense, había guardado silencio ante el hecho de que las autoridades nazis saludasen con el brazo en alto a los deportistas en los Juegos de Berlín, en 1936. En Múnich 1972, igualmente se mostró tibio ante el asesinato de varios miembros de la delegación israelí en la Villa Olímpica, tras suspender su realización por un solo día.  

En esos mismos Juegos, ante la presión ejercida por la autodenominada “Unidad Africana” en contra del COI, éste retiró la invitación a participar a Rhodesia, la actual Zimbabwe, por estar gobernada por un régimen racista. Zimababwe es, también, el país donde nació Kirsty Coventry, la presidente del COI. 

Transcurridos los Juegos de México 1968, ambos atletas volvieron a Estados Unidos, donde tuvieron que enfrentarse a la marginación y el estigma público. Fueron perseguidos y amenazados de muerte, incluso la esposa de John Carlos llegó a suicidarse por las presiones sufridas. El australiano Norman fue vetado para los Juegos de Múnich de 1972 y acabó alcohólico y con depresión. Sus amigos Smith y Carlos llevaron el féretro en su sentido funeral.

Sus carreras deportivas se fueron apagando lentamente, después que el mundo del atletismo les diera la espalda. Con el paso de los años, comenzaron a recibir homenajes por todo el mundo, poco a poco sus nombres dejaron de estar manchados para convertirse en leyendas. “Nuestro gesto no era sólo el grito de dos negros. Lo hicimos por la humanidad”, dirían tiempo después.  La Universidad de San José, donde estudiaron, levantó una estatua conmemorativa del podio de México 1968 y los reconoció como héroes.

México 1968 serán recordados como los Juegos de los grandes récords, los de la consagración de los plusmarquistas estadounidenses Bob Deamon, Dick Fosbury y Jim Hines, de la inolvidable checa Věra Čáslavská y del imbatible equipo ruso de gimnasia, liderado por Mijaíl Voronin. El legendario Mark Spitz ganaría sus dos primeras medallas de Oro, previo a su consagración en Múnich 1972. Todos ellos, con sobra de merecimientos, hacen parte de la historia inmortal de los Juegos Olímpicos.

Pero esos Juegos, únicos e irrepetibles, también los recordaremos con gran unción por la protesta contra la discriminación racial efectuada en ellos por dos valientes atletas, que alzaron su voz y sus puños para reivindicar los derechos de las personas de raza negra, tras tantos años de segregación racial y humillaciones. El Olimpismo se convirtió así en un vehículo para que el mundo tome conciencia de la necesidad de vencer la discriminación racial.

El ejemplo de valentía y lucha de ellos debe perdurar, a fin de que sigan inspirando a la humanidad en su búsqueda de la paz y la armonía, pues la lucha contra la discriminación no ha terminado. Ese será, sin duda, el mejor homenaje a su valentía y la mejor manera de preservar su legado. El Movimiento Olímpico así lo espera.  

César Pólit Ycaza ECU

Destacado especialista ecuatoriano en deporte, licenciado en Ciencias Sociales y Políticas, con una amplia trayectoria en gestión y política deportiva. Ha sido presidente de la Federación Ecuatoriana de Voleibol, secretario nacional del Deporte, directivo del Comité Olímpico Ecuatoriano y secretario de la Federación Ecuatoriana de Tenis. Fue director de la Comisión de Eventos de la Confederación Sudamericana de Voleibol y presidente del Panathlon Club Guayaquil. Es autor del libro Estado y Deporte. Amigos y enemigos íntimos y ha participado activamente en la elaboración de leyes deportivas, promoviendo la ética, la transparencia y el desarrollo institucional.