Por Elena Paz Morales
De lo colectivo a lo individual, una forma inesperada de experimentar nuestras actividades recreativas
Estamos transitando de una vida cotidiana conocida y en apariencia controlada, a lo que han llamado en el mundo global la nueva normalidad, aún la estamos construyendo, cada quien en su realidad, en su entorno, con sus herramientas, aprovechando la experiencia desarrollada tras el confinamiento y utilizando la información que hasta el momento se encuentra disponible para comprender lo que está sucediendo y los alcances de la pandemia.
En ésta nueva vida que en breve la identificaremos como cotidiana requiere de normas y protocolos que se deberán seguir aún no sabemos por cuanto tiempo, desde los más inmediatos generados en casa y que nos permiten construir un espacio seguro, hasta aquellos que se deben de aplicar en las áreas de trabajo, de tránsito, de consumo, esto incluye en consecuencia los espacios públicos, privados y comerciales que ofertan servicios de recreación. Ésta nueva normalidad nos obliga a reflexionar sobre nuestras actividades recreativas y la forma en que éstas se verán modificadas tras los protocolos de distanciamiento.
Varias de las actividades de ocio en las que participamos se desarrollan en contacto con un número significativo de asistentes, están caracterizadas por reunir durante su operación a cincuenta, cien, quinientos, o más de mil participantes, aunque es verdad que la experiencia de ocio resulta intima, personal y que nosotros nos involucramos desde nuestra individualidad, una parte del sentido de la actividad está ligada a la presencia de los otros, de la comunidad gustosa y partícipe de la misma practica, construyendo todos en una forma singular la experiencia.
Es muy probable que implicáramos al ocio como una gran fiesta, un encuentro con uno mismo y con el otro, un encuentro que nos permite relacionarnos con el entorno, donde en múltiples ocasiones se vive una apertura a la sociabilización y generalmente se rompe con la cotidianidad.
Tal parece que éste modelo de participación se ha trastocado, estamos transitando de una experiencia que se disfrutaba y operaba desde lo colectivo a lo individual, dónde el eco de la vivencia será compartido de otra forma, en otro lugar y desde otra realidad, la pregunta que muchos nos hacemos es ¿podremos volvernos a reunir? sin trastocar las normas establecidas de seguridad.
La primera lectura que hicimos de éste escenario es seguramente catastrófica, sin solución, sin salida; las circunstancias que constituyen nuestro día a día modificaron la costumbre. A partir de ésta nueva realidad nuestra experiencia de ocio deberá ser razonada y en consecuencia vivenciada desde lo individual, pero no desde una forma egoísta o individualista, debe de ser coherente a nuestra realidad de distanciamiento social, y compartida con los otros desde la remembranza, hoy en consecuencia se dejan ver otras posibilidades para encontrarnos y disfrutar de las actividades que antes compartíamos en el mismo lugar y probablemente al mismo tiempo, la nueva normalidad no debe de minimizar y/o eliminar el derecho al tiempo libre, nosotros debemos de tener la capacidad de transitar hacia las nuevas formas de experimentar aquello que disfrutamos tanto y forma parte de nuestra vida personal y colectiva, el ocio.
Soy Elena Paz Morales, una mujer, maratonista, licenciada en administración del tiempo libre y recreación, maestra en recreación y administración del tiempo libre y doctoranda del programa Ocio, cultura y comunicación para el desarrollo humano, docente por convicción y aprendiz de investigación por interés.
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