Y el deporte conoció la frontera… Naco

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Por Gibran Vega

Con origen estimado en el año 776 a.C., los Juegos Olímpicos eran una celebración periódica celebrada cada 4 años en la antigua Grecia que servía para homenajear a los dioses olímpicos a la vez que se disfrutaba de una tregua entre todas las ciudades estado-griegas que se vieran en conflicto. Esta tregua, conocida como “ékécheiria”, comprendía el tiempo que le tomara a los competidores de cada nación trasladarse a Olimpia para celebrar los juegos, el tiempo que duraran las competiciones y el tiempo que les tomara regresar a sus respectivos territorios. Y así fue hasta la suspensión de los juegos olímpicos de la antigüedad en el año 393 d.C., cuando el emperador romano Teodosio declaró prohibir los Juegos Olímpicos por considerarlos una celebración pagana.

No fue sino hasta el año 1859 que los Juegos Olímpicos volvieron a celebrarse, ahora contagiando de la visión y ética deportiva a todas las naciones que ansiaban formar parte de ellos.

Es considerando todo lo anterior y trasladándonos al continente americano, más específicamente a la frontera México-Estados Unidos, que llegamos al caso de “Naco”. Naco no es una, sino dos comunidades originadas por la división del territorio nacional en la frontera norte de México, comprendida por Naco, Sonora y Naco, Arizona.

Todos sabemos de la tención que ha existido entre EU y México, especialmente en el tema migratorio, donde existe la tendencia, por parte de las autoridades norteamericanas, de percibir a los inmigrantes latinos como criminales altamente peligrosos lo cual incentivó a que en 1960 el gobierno estadounidense iniciara la construcción de un “alambrado” fronterizo.

Sin embargo, esta pequeña reja que tenía como propósito establecer una barrera entre la sociedad estadounidense y mexicana, así como las autoridades encargadas de su vigilancia, se vieron sorprendidas cuando un 30 de julio de 1979, en víspera del Día Internacional de la Amistad (“International Friendship Day” en inglés) los habitantes de cada Naco se dieron cita en un punto de la barda, donde improvisaron el trazo de una cancha de volley-ball y comenzaron a jugar incontables partidos toda la tarde.

A partir de este momento se daría inicio a la celebración cotidiana de partidos rápidos internacionales en estas pequeñas canchas de volley-ball, trazadas con gises en la frontera de ambas Naco, donde no había discriminación, conflicto ni violencia y donde la única y mayor de las preocupaciones era que el balón no se pinchara al impactar contra el alambrado de púas. Este pequeño inconveniente pasó de ser una preocupación a convertirse en un añadido al juego, donde se estableció que si el balón se pinchaba, se permitiría jugar sujetando el balón por un instante, tal y como se puede apreciar en los partidos de volley-toalla. Al final, decidieron que lo más práctico era cubrir las púas con hule.

Esta costumbre fue creciendo y evolucionando en las poblaciones de las Naco, al punto de que las comunidades determinaron Abril como el mes en el que se celebraría un evento anual a manera de torneo donde el equipo perdedor tendría que organizar en su territorio una fiesta para el equipo vencedor. Para la sociedad actual resulta difícil imaginar que el equipo vencedor pudiera asistir a su propia fiesta de celebración en el extranjero, pero en ese entonces la solución era tan sencilla como utilizar un alicate para improvisar un “hoyo” en el alambrado que el equipo vencedor utilizaba para cruzar al otro lado, celebrar y regresar a sus casas al día siguiente.

Ésta práctica, así como su evento anual se celebraron por años hasta que en 2007, el gobierno de Estados Unidos decidió retirar el pequeño alambrado para implementar un muro tan grande que imposibilitaba seguir con los partidos, dando fin no solo a una costumbre local, sino al espíritu de camaradería y sociedad que se hacía presente entre las hermanas Naco.

En este juego de 2007 se hicieron presentes la prensa y medios de ambas naciones para dar noticia y testimonio del último partido celebrado entre ambas sociedades, cerrando así los ojos de una hermosa costumbre que había acompañado a tres generaciones de familias tanto mexicanas como estadounidenses, donde incluso llegaron a participar elementos de la seguridad pública de ambos lados de la frontera a fin de pasar un buen rato con sus hermanos del otro lado de la red.

Hoy, esos partidos solo se celebran en la memoria de los habitantes de ambas Naco cuando se sientan contra el muro para recordar aquellos días en que no hacía falta un pasaporte para jugar un partido. Cuando el deporte no conocía fronteras.

Gibran Diego Vega Contreras

  • Maestrante en Gestión de Entidades Deportivas
  • Especialista en Recreación Terapéutica
  • Licenciado en Ciencias del Deporte

Lic. en Ciencias del Deporte con 6 años de experiencia en entrenamiento deportivo profesional, especializado en el área de la recreación terapéutica. He dedicado los dos últimos años de mi trabajo a la gestión de programas de salud y bienestar empresarial.

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