
Por Dr. Gustavo Zepeda MEX
Psicólogo Deportivo | Especialista en Alto Rendimiento
Cuando un atleta de alto rendimiento da positivo en una prueba antidopaje, el impacto va mucho más allá de la sanción oficial. Se detiene el cuerpo, pero también se fractura la mente. La imagen pública se derrumba en segundos, pero lo más delicado ocurre en silencio: en el interior del deportista. La verdadera carrera, entonces, no es volver a competir, sino reconstruir la identidad, el sentido y la confianza en sí mismo.
He trabajado durante más de dos décadas con deportistas que han vivido esta experiencia. Algunos lo hicieron por error, otros por desesperación, otros por presión externa o desconocimiento. No hay un solo perfil, pero sí una constante: el vacío psicológico que queda tras una sanción por doping es profundo, y pocas veces se aborda con la seriedad que requiere.
El golpe invisible: repercusiones psicológicas
El dopaje no solo trae una suspensión deportiva; trae consigo culpa, vergüenza, ansiedad, miedo y aislamiento social. Estudios como el de Gucciardi et al. (2010) muestran que la ansiedad por el juicio público y la pérdida de prestigio pueden afectar el desempeño cognitivo y emocional del deportista mucho más que la sanción misma. En otras palabras, el castigo interno es más severo que el externo.
Muchos atletas experimentan una crisis de identidad. Ya no se ven como competidores, sino como ‘el que falló’, ‘el que decepcionó’, ‘el que traicionó los valores del deporte’. Esto genera un fenómeno que en psicología llamamos disonancia cognitiva (Festinger, 1957): la persona no puede reconciliar su autoimagen de esfuerzo, dedicación y limpieza con la etiqueta que ahora se le impone.
A este estado se suman la incertidumbre profesional, la exposición mediática, la pérdida de contratos o becas, e incluso rupturas familiares. No es raro que los atletas en esta situación enfrenten episodios de depresión, insomnio, conductas evitativas o pensamientos autodestructivos.
¿Por qué recurren al doping?
Contrario a lo que muchos piensan, el doping no siempre obedece a un deseo de trampa. A menudo aparece como una salida desesperada ante el agotamiento físico, la presión institucional o la falta de estrategias psicológicas para manejar el estrés. Según el estudio de Barkoukis et al. (2013), los atletas con baja autoestima perciben el dopaje como un recurso de compensación para ‘estar al nivel’.
Desde mi experiencia clínica, he visto cómo algunos atletas caen en el doping en momentos de vulnerabilidad emocional: una lesión que amenaza su carrera, una muerte familiar, una ruptura sentimental, o incluso por influencia de su entorno técnico. La sustancia se convierte en un escape, un ‘empujón’ o una falsa solución al miedo de no rendir lo suficiente.
La psicología del renacer: cómo se trabaja tras un doping
El primer paso no es el castigo, es la contención. Cuando recibo a un atleta que ha dado positivo, lo que más necesita no es juicio, sino un espacio seguro donde pueda hablar, llorar y comprender lo que ha ocurrido. El trabajo mental comienza por reconstruir la narrativa interna, no para justificar lo que hizo, sino para entender por qué lo hizo y cómo puede transformarse a partir de ahí.
En las sesiones trabajamos con técnicas de reestructuración cognitiva, autocompasión activa, entrenamiento de valores, regulación emocional y reconstrucción de metas. Se trata de ayudarle a integrar el error en su historia, no como una mancha imborrable, sino como un capítulo que puede convertirse en enseñanza.
También elaboramos un plan de regreso: físico, mental y ético. El objetivo no es solo competir de nuevo, sino competir de forma coherente con una identidad limpia, fortalecida y resiliente. En muchos casos, los propios atletas acaban compartiendo su historia en entornos educativos o deportivos, y ese paso final —hablar desde la herida sanada— es profundamente liberador.
Doping: de la condena al aprendizaje colectivo
No podemos hablar del doping solo como una cuestión médica o legal. Es también una cuestión psicológica, emocional y educativa. Castigar sin comprender es fácil; transformar es más difícil, pero infinitamente más valioso.
Por eso, como profesionales del deporte, debemos avanzar hacia una cultura donde el error sea una oportunidad de crecimiento, no una cadena perpetua emocional. Los deportistas son seres humanos antes que medallas, y solo cuando entendemos esto, podemos acompañarlos verdaderamente hacia su mejor versión.
Bibliografía
– Barkoukis, V., Lazuras, L., & Tsorbatzoudis, H. (2013). The psychology of doping in sport. Routledge Handbook of Drug Use and Sport.
– Festinger, L. (1957). A Theory of Cognitive Dissonance. Stanford University Press.
– Gucciardi, D. F., et al. (2010). Athletes’ mental toughness and doping attitudes. Journal of Science and Medicine in Sport, 13(3), 293-298.
– World Anti-Doping Agency (WADA). (2021). World Anti-Doping Code.
Manuel Gustavo Zepeda Gómez MEX

Originario de Guadalajara, México. Licenciado en Psicología por la Universidad de Guadalajara. Posee dos maestrías (una en Terapia Gestalt y otra en Psicología del Deporte – UNED, Madrid) y dos doctorados: en Psicología del Deporte (Pacific Western University) y en Hipnosis. Ha sido jefe de Investigación y Desarrollo en CODE Jalisco, presidente de la Academia de Psicopedagogía del deporte estatal y miembro del panel de capacitación de la Federación Mexicana de Fútbol. Autor de varias publicaciones académicas, ganadora de múltiples premios nacionales en investigación e intervención en psicología deportiva.
Más historias
La primera vez que oí la palabra mafia
La jerarquización del deporte como derecho fundamental: más allá de lo declarativo
Estrategias de prevención para la salud desde la cultura física