DANZA Y DEPORTE: MÁS QUE HERMANOS

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Si alguien nos preguntara esta misma tarde, durante una conversación cualquera “¿Cuándo aprendiste a bailar?”, probablemente responderíamos con la edad en la que nos animamos a pisar una pista de baile por primera vez o el año en que nos animamos a tomar nuestra primera lección de baile. Sin embargo y sin así desearlo, estaríamos mintiendo.

La habilidad de bailar no se adquiere en nuestra primera lección de salsa, tango, belly dance, charleston o hip-hop. La habilidad se encuentra presente en todo momento en los seres humanos desde el día en que somos capaces de articular movimientos de manera consciente (aunque no sea voluntaria).

El baile al igual que el juego, es una actividad intuitiva del humano a través de la cual interactúa explora y se relaciona tanto con el medio ambiente como con uno mismo.

Y es que el baile tiene un origen tan antiguo que no se tiene registro exacto de cuando fue el primer baile, así como se desconoce cuando fue el primer juego, sin embargo podemos imaginar escenarios. Pensar en el primer momento en que un homínido experimentó tanto gozo, que la única forma en que pudo expresarlo fue moviendo su cuerpo en espasmos de alegría incontenible, acompañado de alaridos improvisados, pero con un claro propósito. Celebrar.

Gracias al juego, manipulamos nuestro cuerpo y el entorno, a la vez que imitamos las acciones, conductas y actividades que nuestros congéneres ejecuten en frente nuestro. Por su parte, a través del baile exploramos y expresamos nuestras emociones, a la vez que emitimos mensajes que, aunque de manera no-verbal, se comunican con una eficiencia que en ocasiones dependerá principalmente de la inteligencia emocional del receptor para ser correctamente decodificado y entendido. De hecho, el juego y el baile han podido fusionarse para dar origen a algunos de los juegos de infancia que con más cariño recordamos. Y es que ¿Quién no recuerda morir de risa al final de un “a la víbora de la mar”?

Sin embargo, así como el juego tras su encuentro con la cacería y la guerra dio vida a la práctica profesional, competitiva y reglamentada conocida como “deporte”; el baile se encontró con la música y el arte para producir la práctica profesional, competitiva y reglamentada que es “la danza”.

Danza y deporte comparten tantas características que sorprende que los domingos no se hable en televisión de “El Clásico de Polka Norteña”, “La Final de Ballet Acuático” o se premie a las “Punteras de Oro”.

Lo que él deporte es para él juego, la danza es la expresión más profesional y compleja del baile. En la danza no solo se trata de mover el cuerpo mientras se escucha una canción al fondo; en la danza existe ritmo, métrica, flexibilidad, fuerza, resistencia, precisión, control de la ventilación, dominio sobre el propio cuerpo, movimiento complejo, técnica, coordinación, modalidades… estándares, normas y jueces.

La danza es, por tanto, una actividad que no debe practicarse bajo la guía de cualquier persona. Así como el deportista debe entrenarse, prepararse y hasta nutrirse bajo la supervisión de especialistas, profesionistas y sobre todo, LICENCIADOS deportivos. El danzante debe confiar su carrera competitiva y profesional solo a especialistas, profesionistas y LICENCIADOS tanto del deporte, como de la danza. Y es que, si bien el empirismo ha logrado impulsar a muchas personas de todo el mundo a participar de las practicas competitivas profesionales, también ha llevado a muchas más personas al quirófano por preparaciones desinformadas, inefectivas e imprudentes.

El danzante requiere de la guía y corrección de un entrenador no solo profesional, sino especialista en su estilo y modalidad de competencia, así como avalado por una institución de educación superior que lo acredite como una persona capaz de cumplir con los objetivos de su entreno a la vez que lo comprometa a actuar con ética y responsabilidad durante la preparación del competidor. Y es que los entrenadores meramente “certificados” no se rigen por estos principios, dado que ellos no tienen nada que perder.

Es por esto que la danza profesional, en todas sus expresiones, se merece no solo un gran reconocimiento dentro de la comunidad deportiva, sino también por parte de la sociedad general, ya que es uno de los mayores exponentes de la cultura humana, de la expresión corporal y alternativa, así como de los valores humanos y deportivos que constituyen a los auténticos campeones.

No cabe duda de que el mundo sería un lugar terrible si no pudiéramos bailar.

Gibran Diego Vega Contreras

  • Maestrante en Gestión de Entidades Deportivas
  • Especialista en Recreación Terapéutica
  • Licenciado en Ciencias del Deporte

Lic. en Ciencias del Deporte con 6 años de experiencia en entrenamiento deportivo profesional, especializado en el área de la recreación terapéutica. He dedicado los dos últimos años de mi trabajo a la gestión de programas de salud y bienestar empresarial.

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