PREMIO NOBEL DE LA PAZ

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Por Daniel Aceves Villagrán 

Alfred Bernhard Nobel, químico e ingeniero sueco, escritor y reconocido inventor, registró durante su vida 355 patentes y en la actualidad su nombre sobrevive en varias compañías, como Dynamit Nobel y AkzoNobel; en su testamento instruyó crear a su deceso un fondo con los intereses producto de su fortuna, que en ese entonces oscilaba en 33 millones de coronas suecas, para premiar a los mejores exponentes en la literatura, fisiología o medicina, física, química y de paz.

En 1901, cinco años después de su muerte, se comenzaron a entregar anualmente, a excepción de algunas interrupciones, los premios Nobel en física, química, medicina, literatura y a quienes hayan aportado para el mejor entendimiento de la humanidad, el Premio a la Paz; este ilustre y prestigiado premio tiene un Comité de Selección integrado por cinco personas designadas por el Parlamento Noruego, las ceremonias se realizan en Oslo, Noruega, y Estocolmo, Suecia. Además de la medalla que contiene la efigie de Alfred Nobel, los ganadores, siendo individuos o instituciones, reciben nueve millones de coronas suecas (equivalentes a un millón de dólares), el premio de la paz se ha entregado a 104 personas, de las que 16 han sido mujeres, 23 organizaciones, y entre los ganadores con más preseas se encuentran en tres ocasiones el Comité Internacional de la Cruz Roja y en dos el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Por países, Estados Unidos ha tenido 20 galardonados; Reino Unido, 12; Francia, 9; Suecia, 5, y México, 1, en 1982, en la persona de Alfonso García Robles, quien impulsó, junto con la sueca Alva Myrdal, la negociación de desarme de las Naciones Unidas bajo el Tratado de Tlatelolco.

Cabe destacar que los otros premios Nobel mexicanos han sido Octavio Paz, en literatura en 1990, en buena medida por su Laberinto de la soledad, y en 1995 el recién fallecido Mario Molina, en química, por su trabajo sobre el adelgazamiento de la capa de ozono.

En este pandémico año 2020 la decisión para este galardón de la Paz ha sido para el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, por sus esfuerzos por combatir el hambre, por su contribución a la mejora de las condiciones para la paz en las zonas afectadas por conflictos y por actuar como fuerza motriz en los esfuerzos para prevenir el uso del hambre como arma de guerra y de conflicto.

Estoy cierto que una afectación pandémica de la covid-19 será a nivel global el incremento de la pobreza moderada y extrema de carácter multidimensional, en donde la ausencia de los alimentos y del hambre serán parte de un escenario lamentable para la humanidad, por ello será pertinente que los ejemplos y proyectos que se desplieguen por la paz no sólo sean buscando la ausencia de guerra, sino el desarrollo social y la interrupción generacional de la pobreza.

Una eminencia científica, como lo fue Alfred Nobel, dejó en su haber no sólo la vocación por construir un mejor mundo, sino también algunas frases célebres que les comparto: “Si tuviera mil ideas y sólo una resultase ser buena, estaría satisfecho”, “El hogar es donde trabajo y trabajo en todas partes”, “La esperanza es el velo de la naturaleza para ocultar la desnudez de la verdad”.

México debe de aspirar legítimamente a tener más premios Nobel, en el entendido de que existen candidatos elegibles que en diversos quehaceres humanísticos y científicos han y deberán desarrollar aportaciones a la humanidad.

Por Daniel Aceves Villagrán* 

danielacevesv@yahoo.com.mx

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